Síguenos en redes sociales:

Más pobres

U na cosa es predicar y otra dar trigo: durante la campaña electoral, las fuerzas que hoy integran el Gobierno se comprometieron a una intensa agenda de gasto público, bienintencionadamente dirigida a disminuir la desigualdad social y reducir la pobreza. El pacto de las flores elaboró y presentó un documento de treinta folios donde se definían los ejes de su proyecto de gobernanza para Canarias, con especial insistencia en la lucha contra la pobreza y la exclusión social, el fortalecimiento del estado del bienestar, la mejora de los servicios públicos esenciales, la creación de empleo y (también) el crecimiento económico, que es -sin duda- un muy eficaz medio de distribución de riqueza. Porque para distribuir riqueza es necesario que exista. Aumentar el gasto social está muy bien, aunque lo cierto es que nadie, ni desde los partidos que hoy avalan el pacto de progreso ni desde los otros, se atrevió a hacer un cálculo de lo que costarían las políticas ofertadas por quienes hoy nos gobiernan. Nadie ha sacado la cuenta de lo que costaría aplicar esas políticas -de la parte que son nuevas, no de todas, porque en algunos casos ya se aplican parcialmente-; de lo que supondrían de gasto extra para el erario público, aunque la cifra podría situarse (muy a ojo de buen cubero) entre los 600 millones de euros y los 1.400 millones (se ha barajado incluso una cifra cercana a los dos mil millones), en un presupuesto que en el mejor de los casos podrá moverse no muy lejos del de 2018, ocho mil millones de euros...

A día de hoy, el problema más urgente es que el país carece de presupuestos, y sin presupuestos no pueden transferirse las cantidades a cuenta de la financiación autonómica. Una catástrofe para las quince regiones que viven de esas transferencias. Pero hay más: por ejemplo, el descubrimiento de que la recaudación del IGIC ha caído considerablemente, alterando las cuentas, porque los gastos no han disminuido, pero sí los ingresos, y eso significa que habrá déficit. Canarias va a colocarse entre las regiones que incumplen con sus obligaciones presupuestarias -había dejado de serlo durante los últimos años- no sólo porque hayan caído los ingresos, también porque el anterior gobierno decidió gastar más de lo que permitía la regla de gasto como le pedían -por cierto- quienes hoy se escandalizan porque lo hiciera. Algunos dijimos que era un riesgo pasarse la regla de gasto por el arco de triunfo. Se inventó como una ecuación amortiguadora del balance de las cuentas públicas. En años de caja, impide tirar la casa por la ventana, porque está demostrado que cuando las administraciones se ponen a gastar, les cuesta volver a la senda de la contención.

Ahora estamos a ciegas: el Gobierno de la nación ni tiene Presupuestos, ni sabe cómo va a resolver los problemas de la financiación, y todos los compromisos para luchar contra la pobreza y la desigualdad parecen haber pasado a segundo plano. ¿Por qué? Pues porque resulta que entre la recesión alemana y el brexit, vamos a perder entre dos y tres millones de turistas. Vamos a ser más pobres. Siempre nos queda culpar a los que estaban. No resuelve mucho, pero es muy barato.

Pulsa para ver más contenido para ti