Si algo no funciona en tu vida, o simplemente si tu vida es estresante, es normal sentirte ansioso. Sin embargo, cuando lo que sientes es una preocupación continua y excesiva ante las situaciones cotidianas de la vida, interfiriendo así en la realización de tus actividades diarias, puede tratarse de un signo de un trastorno de ansiedad generalizada. Anticipar continuamente un futuro lleno de catástrofes, sentir temor ante la posibilidad de fracaso, pensamientos limitantes tipo "y si?" : "¿y si mi pareja me deja?", "¿y si se enamora de otro?", "¿y si me despiden del trabajo?", "¿y si enfermo por lo que siento?", son ejemplos que facilitan la aparición de la ansiedad.

Lo cierto es que cierta dosis de preocupación puede servir de ayuda para reaccionar ante determinados problemas, pero se convierte en una reacción patológica cuando nos preocupamos por acontecimientos de baja probabilidad o entramos en modo centrifugadora, dando vueltas a problemas sin resolverlos nunca. Tormentas mentales a las que muchos se exponen a diario sin saber cómo salir de ellas.

Es una realidad que la ansiedad generalizada puede llegar a ser muy desagradable e incómoda. A nivel cognitivo (nivel mental), sientes incapacidad para relajarte, necesidad de tener todo controlado (incluso el futuro), irascibilidad, nerviosismo, excitación o sensación de estar al límite gran parte del día, dificultad para tomar decisiones, dificultad para lidiar con situaciones de incertidumbre. En apariencia la persona que sufre ansiedad generalizada puede mostrar estar tranquilo, pero su mente va a mil por hora. A nivel físico la sintomatología suele ser dolor y malestar físico general, dolores fuertes de cabeza, fatiga, inquietud, tensión muscular, alteración del sueño, sudoración, nauseas, colon irritable, etc.

En la mayoría de los casos, el trastorno de ansiedad generalizada mejora con psicoterapia o tratamiento farmacológico. También puede resultar útil hacer cambios en el estilo de vida, aprender a hacer frente a desafíos o situaciones y practicar técnicas de relajación.

Algunos consejos:

1.- Si crees que la ansiedad y la incomodidad que supone esta emoción te está limitando e impidiendo llevar una vida con normalidad, pide ayuda. La ansiedad, al igual que muchos otros trastornos mentales, puede ser más difícil de tratar si no buscas ayuda de inmediato. El entender que es lo que pasa en tu cabeza y cuerpo para sentirte de esa manera, te ayudará a identificar determinados comportamientos, tipos de pensamiento y decisiones que hasta ahora te han ayudado a engordar esta emoción. Una vez identificados, la mitad del camino está recorrido por lo que sería el momento de poner en marcha las pautas que cada uno necesitara para aprender a manejar esta emoción y dejar de lado su característica limitante.

2.- Una forma de disminuir la ansiedad es administrando bien tu tiempo y energía. La desorganización genera ansiedad y la buena gestión del tiempo te dará sensación de control.

3.- Ocúpate. Dice mucho de ti que no te gusten los conflictos y que intentes evitarlos en la medida de tus posibilidades, pero cuando algo nos desagrada también hay que aprender a hacerle frente. Poner límites, hacer críticas desde la asertividad, no decir sí cuando en realidad quieres decir no, son habilidades sociales que disminuyen la probabilidad de que aparezca la ansiedad.

4.- La práctica de ejercicio físico reduce niveles de ansiedad, mejora la depresión clínica, disminuye el estrés, incrementa la autoestima, aumenta la autoconfianza, mejora el estado de ánimo, el funcionamiento intelectual y la emotividad.

5.- Escribe sobre cómo te sientes. Escribir es terapéutico. Ponerle nombre a tus sensaciones es una forma de sacar fuera lo que te está dañando por dentro.

6.- Cambia el foco. Deja de prestarle tanta atención. A mayor atención mayor será la sintomatología. Tu mente es como una lupa. Todo lo que enfoca lo magnifica.

5.- El consumo de alcohol y drogas, e incluso de nicotina o cafeína, puede provocar ansiedad o empeorarla.

www.tamaradelarosapsicologa.es