Desde la época de los condes y señores de la Isla, estos tenían la facultad de nombrar jueces que llegaban, generalmente de Tenerife, y eran personas con algunos conocimientos sobre las leyes y de cierta solvencia, que una vez instalados en El Hierro se les asignaba un titulo de alcaldes o regidores. Los casos rastreados por historiadores, concretamente Dacio Darías y Padrón, han registrado determinados juicios de enjundia jurídica, a la vez que relata entre los jueces visitadores y con referencia a los años de 1657 a personajes tales, como el licenciado Tabares de Cala, Bartolomé Román de la Torre o Manuel Barrio de Sinega en 1699.

Una vez pasado este tiempo y adentrándonos bien avanzado el siglo XVIII, ya los que administraban justicia, sobre todo, para asuntos menores eran los alcaldes de la Isla. Y así hasta los primeros años del siglo XIX en que para cuestiones de envergadura sí seguían llegando de Tenerife jueces de alto nivel jurídico, pero ya se puede decir que desde esa fecha se constituyó el primer Juzgado de Instrucción.

Pero este Juzgado de Instrucción, al fin, queda fuera de la responsabilidad de acción de los alcaldes, nombrándose para impartir justicia a vecinos con alguna relevancia social y política; Juzgado que desapareció en el año 1823, por lo que el primer juzgado que se constituyó con permanencia en El Hierro fue el municipal en el año 1872 siendo su primer juez José Blanich Cumellas. Un catalán que había llegado a Canarias deportado por cuestiones políticas derivadas de las guerras carlistas y que contrajo matrimonio con una herreña, Dolores Ayala, a la vez que una hija suya fue esposa de Pedro Ayala Pérez-Guadarrama, alcalde de la Isla, y de cuyo matrimonio nacieron nueve hijos, entre ellos, Sebastián Ayala Blanich, mi abuelo. Menciono esto por pura curiosidad anecdótica y familiar.

Los asuntos que se podían resolver en aquella época eran de poca monta, pero sí que dieron lugar, alguna que otra vez, a pagos de multas y días de prisión, pero, sobre todo, a que se inaugurara el primer Registro Civil de la Isla.

Más adelante, ya los juicios de mayor cuantía no se abordaban en El Hierro, sino que tendrían que solucionarse en Tenerife, donde ya se acompañaban con nombramiento de abogados y procurador.

Es interesante, cuando uno repasa la historia de la Isla y nos introducimos en los estudios de aquellos investigadores herreños que se han preocupado por desbrozarla, cómo las visitas de aquellos, que como jueces impartían justicia y que fueron substituyéndose por determinados personajes de la Isla de cierta relevancia, quizás más política que intelectual, o ambas cuestiones juntas.

Saber de la Isla, conocer sus entresijos y su desenvolvimiento histórico no cabe duda que se lo debemos a los desvelos de aquellos investigadores, y lo único que pretendemos hacer es situarlos en el recuerdo y en la memoria viva de la Isla como una referencia de gratitud por su mejor trabajo y dedicación.