En el ecuador del verano y con más tiempo libre del habitual, a las parejas que durante el año sobrellevan su relación gracias al poco tiempo que comparten, les toca enfrentarse a la situación de tener que estar donde quizás ya no les apetece.

Es bien conocido que durante el verano aumentan los problemas en las parejas, y que cuando llega septiembre, las consultas de los terapeutas aumentan y la mesa de los abogados se llenan de demandas de separación. Es como que tiene que llegar esta época para tomar la decisión que tanto cuesta tomar durante el resto del año. ¿Lo intentamos solucionar, o nos separamos? Duda que puede ser planteada desde el conocimiento mutuo de la pareja o desde la individualidad de una de las partes que lamentablemente ya no está en la relación.

Tomar la decisión de separarse implica ser consciente de esa decisión y después hacerla saber. Cuando empezamos a interiorizar que queremos separarnos nos dedicamos a buscar en nuestra pareja todo aquello que lo intenta confirmar o desconfirmar. Si el desgaste ya es muy grande o existe una tercera persona, lo único que se hará es la lista mental de todo lo que va confirmando que la decisión es la acertada, y en caso de ver algo positivo, lo anularemos rápidamente dándole el atributo de fortuito y trayendo rápidamente un recuerdo negativo de la persona que hasta hace un tiempo era con la que decidimos pasar nuestra vida juntos. ¿Por qué sería? ¿Qué le ha pasado a esta pareja que se ha sentado en el sofá mientras ve cómo su relación muere? Pues justo eso, no hicieron nada, se acomodaron, vieron los problemas, sintieron el distanciamiento, no pensaron en las consecuencias y, donde tanto hubo, dejaron que se fuera apagando y dedicaron su atención a otros menesteres que consideraron que sí tenían más importancia. Quizás uno si se quejó, quizás reprochó, lloró y se lamentó de que algo fallaba, que ya no era lo mismo, que necesitaba sentirse querido, pero al no haber cambios asumió y dejó de luchar, se puso cómodo en el sofá y empezó a pensar siempre en primera persona, con el mando en una mano y el móvil en la otra.

Pero una cosa es hacerte consciente de que te quieres separar y otra es tomar la decisión de hacerlo. Hasta que se dice verbalmente pueden pasar años, siempre en un vaivén, que va desde lo más soportable, al no puedo más, y ese, suele llegar con el verano. ¿Y cómo es que se tarda tanto en decirlo?

Presentemos al máximo responsable, señoras y señores el miedo.

El miedo es una de las emociones más básicas del ser humano que cumple un papel fundamental: la supervivencia. Sin miedo, viviríamos de forma temeraria. En esta situación, el miedo a tomar la elección incorrecta, el miedo a equivocarnos, el miedo al cambio, el miedo a decir, el miedo a perder, hará que nos paralicemos y que tardemos tiempo en decir hasta aquí. Nos hemos acostumbrado a un tipo de vida y salir de esa zona de confort, aunque a veces no sea tan confortable, cuesta. Y si cuesta, ¿por qué es? Porque romper una pareja por la que se apostó, con la que funcionó, con la que se ha creado una vida y un estilo de existencia, no es una tontería. La pena es haberla dejado morir, no haber escuchado cuando nos decían, o no haber valorado lo que estaba ocurriendo. Claro que todas las parejas pasan crisis, unas propias de la pareja en sí y otras personales que afectan a la relación, pero tirar la toalla rápidamente y estar más fuera de la relación que dentro, lo único que hará es que se pase la vida de relación en relación hasta que se aprenda la lección. El miedo en esta situación es una emoción protectora, que hará que se sopesen todas las variables hasta que el peso de lo negativo sea lo suficientemente fuerte como para dar el paso.

Salvo excepciones, en las parejas no hay buenos y malos, no hay víctimas o verdugos, ambos han creado un estilo de relación y se han permitido palabras o situaciones que no se han solucionado y reconducido. El no hablar, el no sanar la relación, el no poner energía en ella, el no cultivarla y mimar vuestra historia como se hacía en los buenos tiempos, hará que a la larga cualquier relación muera. Es por eso que yo os pregunto, ¿lo intentáis solucionar, u os separáis?

Mi consejo, ¡aprovechad bien el resto del verano!

*Psicóloga y Terapeuta

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