Desde hace tres veranos, cuando Galaxia cumplió el medio siglo, Barlovento propone una entrañable cita con el recuerdo, entendido como marco común para distintos, para cuantos, desde posiciones y sensibilidades propias, tenemos la suerte de estar y de contarlo y para quienes lo descubren con curiosidad e interés.

Dentro de las Fiestas del Rosario, el ayuntamiento norteño acudió a la legendaria banda de Los Brincos, creada por Fernando Arbex, batería, Manuel González, bajo, y los famosos Juan Pardo y Junior Morales, guitarras y voces, refundada varias veces en seis décadas con el sentido y sonido originales. El actual grupo, con su líder Miguel Morales, compartió escenario con el sexteto local formado por -Argelio Hernández, Clemente Ortega, Víctor Concepción, Gerardo Hernández, Vicente García y Sotero Concepción- para devolvernos a una época donde la rigidez de la sociedad y la cultura se liberó de riendas y trabas gracias a la valentía y el ingenio de una juventud activa y desprejuiciada, empeñada en el cambio.

Galaxia, a nivel local, y el mítico quinteto pusieron la banda sonora a una vertiginosa sucesión de imágenes que cambiaron las letras y las artes, los usos y las costumbres y, en otras latitudes, trajeron las libertades e impusieron una contracultura que naturalizó -para bien, para mal y para todo- la sexualidad y las drogas; movilizó las universidades y las colocó en vanguardia de las reivindicaciones y que, desde el arrojo y el exceso, puso a las gentes en hora, las enfrentó con las lacras del racismo, el sexismo y todas las fobias posibilitadas por sistemas totalitarios que olían a represión y naftalina.

Los avances tecnológicos nos acercan la eterna utopía de viajar en el tiempo; la ansiada posibilidad de volver a las páginas doradas del pasado y aventurarnos en los atractivos misterios del futuro. Y para esas virtualidades de la ciencia y la imaginación, no hay estímulo más eficaz que la música; en este caso, a través de Los Brincos, redivivos y con fidelidad a sus orígenes; en su haber histórico tienen cinco álbumes y una treintena de títulos de culto -pongamos, Lola o Un sorbito de champagne- metidos en el inventario sentimental de una época de tensiones y esperanzas, y con la complicidad de quienes juntamos la dulzura de los recuerdos con la convicción de que, contra la copla manriqueña, ningún tiempo pasado fue mejor; porque lo bueno siempre está por llegar y asoma siempre en las maletas del futuro.