En España tanto Israel como Marruecos no gozan de grandes simpatías en amplios sectores de la izquierda; resultan ser muy poco o nada apreciados. Actúa el mismo sectarismo, ignorancia, incomprensión y sombras; me temo que el inconsciente colectivo proyecta muy atávicos prejuicios y esquemas, que podrían ser sus pilares maestros. No deja de ser casualidad la aversión de la izquierda española hacía los judíos, auténtica fobia antisemita y mucho menos extendida y virulenta, pero también lugar común, la antipatía al moro malo (marroquíes) frente al moro bueno (saharauis). Ese antisemitismo se exacerba con desbordamientos emocionales cuando se producen cruces armados. Ahora camuflado, al no ser aceptables racionalmente el envenenamiento de niños cristianos con ocasión de ritos judíos, ni el poder de dirección mundial de la gran banca judía internacional, queda el sionismo, entronizado y consolidado directamente hace muchas décadas por Naciones Unidas. Este y no otro es el origen del Estado de Israel: la voluntad y votación de NN UU en 1948. Con ocasión de la visita a Tenerife, hace ya años, del portavoz de la Embajada de Israel en España pude conversar con él, quien me confesaría que el peor destino por antipático e incómodo para el cuerpo diplomático israelí (pertenecía a él) en Europa no era Alemania sino España. Se me entenderá ahora mejor.

En Israel caben todas las ideas, como las que tenía el difunto escritor Amos Oz o David Grossman y otros muchos israelíes judíos. En un país en el que conviven junto al veinte por ciento de población árabe israelí, los dos extremos: la enorme comunidad gay y los ultraortodoxos judíos, a los que se les han unido sucesivas oleadas de colonos norteamericanos de origen judío, animados y apoyados por fundamentalistas cristianos americanos, como se describe en la magnífica novela La contravida de Philip Roth, y que son fundamentalmente baptistas del sur y mormones (La religión americana, Harold Bloom). Todos ellos unidos por la fe en Yahveh y la condición compartida de pueblos elegidos. Son los baptistas del sur, mormones y otras confesiones, los realmente influyentes en Estados Unidos en defensa de la expansión judía en Cisjordania. Téngase en cuenta que hace muy pocos años, el noventa por ciento de los congresistas judíos americanos pertenecían al partido demócrata: treinta y pico recuerdo. Hay que mirar pues, con más atención y conocimiento antes de identificar al lobby judío. Incluso desoyendo al propio deseo. Cosa que no le ocurrió a un insigne periodista de púlpito y homilía, que tenía perfectamente identificado al lobby feroz.