Lo peor (y lo mejor) que he escuchado decir de Mariano Cejas es que es un buen tío. Algunos lo dicen porque es verdad que don Mariano no le ha hecho daño jamás a una mosca, y otros porque de bueno que es, a veces pasa por pánfilo. Creo que esa doble cualidad de buen tipo no demasiado avispado es la que le permitió sobrevivir en la jaula de grillos que ha demostrado ser Ciudadanos en Canarias. Simplemente, sus mayores en el partido -el oscuro Amigó y la diputada Melisa-, le dejaron vivir, porque no era peligroso para ninguno de los dos. No competía con Amigó, ejecutaba sus instrucciones, le acompañaba a las reuniones con Bermúdez y Carlos Alonso, acudía a los programas de la tele y la radio de los que el Amigó siempre huyó como de la peste. Y a la diputada Melisa siempre le siguió los pasos a la distancia marcada, disciplinado, íntegro, controlando su ambición, siempre dispuesto a estar donde le mandaran y a obedecer todas las órdenes. Era sin duda la persona discreta y moderada que el partido necesitaba en Tenerife para aguantar durante cuatro años la travesía del desierto a la que unos muy injustos topes electorales condenaron a Ciudadanos tras las elecciones de 2015 y durante toda la pasada legislatura.

Funcionario del Cabildo de Tenerife -como el tránsfuga Arriaga-, herreño militante, aficionado a posar en bañador en Instagram, siempre sonriente, Mariano a todas horas, hizo méritos como el que más para ser candidato de su partido a la Presidencia del Gobierno. Y debió serlo. Todo el mundo creía que se lo había ganado a pulso, con tanta espera, tanto llevarse bien con todo el mundo, tanto aburrimiento, tanta foto de sus pies en internet? Todo el mundo lo veía colocado en la rampa de salida, menos Albert Rivera, que es el que decide absolutamente todo en Ciudadanos. Alguien debió convencerle de que el sonriente Mariano daba en las fotos como triste y asustado, y Albert mando hacer casting, como suele, y eligió para sustituirle a la chica de la tele, la vistosa Vidina Espino, guapa, alegre, peleona y con tablas en dar buena imagen. Debió ser muy duro para el pobre Mariano, pasar de ser el candidato a ser sólo segundo. Y, quizá por primera vez, decidió no conformarse, no hacer caso a los que mandan, y exigió ir en la lista regional, y peleó por primera vez y se salió con la suya. Le dejaron ser candidato por la lista nueva, a la candidata al Gobierno la pasaron a la lista insular por Gran Canaria y a Ricardo de la Puente, un hombre de Paulino que pasaba por allí, entre el propio Mariano y Amigó lo colocaron en la lista de Tenerife. Fue la primera hazaña de Mariano, siempre obediente, sacar a la candidata de la lista regional. Y su primer error: la noche del recuento, en la sede vacía de Ciudadanos en Santa Cruz, mientras su mujer lloraba amargamente no ser diputada consorte, Mariano no pudo colgar su foto en Instagram. Habían entrado la Espino y De la Puente, él quedó fuera.

Ahora anuncia que se va, pero que quiere seguir en política, supongo que espera ofertas. Acusa a su partido de haberse vuelto de derechas (tiene toda la razón), pero no se va por eso. Se va porque para una vez que puso los congojos encima de la mesa (y le hicieron caso) se equivocó de medio a medio. Es un buen tío, ya dije: tanto que si hace de malo le sale mal.