Muchas veces en la vida tenemos que volver a empezar. Cuando se frustra un proyecto o fracasa una iniciativa hay dos opciones: meternos en la cueva a lamernos las heridas el resto de nuestra vida, o volver a empezar. Los psicólogos lo llaman resiliencia. Se trata de ese aprendizaje que generan en nosotros los fracasos y que hace que se conviertan en oportunidades para volver a imaginar, para volver a soñar, para volver a empezar. De la historia siempre se debe aprender, unas veces para saber cómo andar y otras para no repetir los errores en el camino recorrido.

Un migrante que desarraiga su vida de su tierra, de su cultura, de sus apegos y vínculos, nos enseña a volver a empezar. Tal vez debamos estar atentos y aprender de quienes reconstruyen su historia en nuestro suelo. Escuchar su historia y reconocer la fuerza que les ha hecho recomenzar la vida lejos de lo conocido. Un preso, un enfermo, una persona que ha perdido su trabajo después de los cincuenta, etc., nos pueden ofrecer una enseñanza muy importante para quienes, de repente, vemos que algo fuerte cambia bajo nuestros pies dejándonos el amargo sabor de un fracaso o de una pérdida. Oír sus historia, escuchar sus experiencias, acoger esa aportación silenciosa que se derrama por tantos rincones de nuestra convivencia social.

No acaba la vida tras un fracaso matrimonial inevitable. No termina la vida tras una enfermedad que nos convierte en crónicos y nos hace depender de un fármaco o de una herramienta ortopédica para seguir viviendo. No se acaba la vida tras la pérdida de un amigo o de un familiar cercano que nos deja un hueco extraño. Tras un fracaso existe la posibilidad de volver a empezar. Adaptándonos a la nueva situación y resituando nuestra vida.

En estos días hemos visto cómo algunos representantes políticos que participaban en las instituciones del Estado han dejado de estarlo como consecuencia de los resultados de las últimas elecciones. Muchos de ellos, en el mejor de los casos, han vuelto a sus anteriores ocupaciones. Otros han sido promovidos y resituados en el complejo mundo de la administración pública. Tengo para mí que no es malo que exista la experiencia de volver a empezar después de un tiempo ocupándose de lo público y considerar la política como un servicio y no como un estado de vida; como una contribución al bien común y no como una forma de vida. Volver a empezar es oportuno tras haber dedicado un periodo de nuestra vida al servicio público abandonando la consideración, tan peligrosa por otro lado, de que la participación activa de la vida pública es una carrera, una forma de vida o la pertenencia a una clase determinada llamada política.

Es muy positivo que podamos ser testigos de políticos resilientes, de servidores públicos que den testimonio de que siempre se puede volver a empezar.

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero