Me imagino que con los tiempos revueltos políticos que nos están tocando, le estará pasando a muchos en estos días. Y lo que pasará. El teléfono ha dejado de sonar. Es ley de vida. Cuando se es alguien, llaman los interesados, cuando se deja de interesar, no llama nadie. Te llama la familia y algunos amigos y entonces el cerebro, que es muy sabio, apunta esas llamadas en una lista, y las guarda.

El teléfono ya no cae tanto en la mano, la batería dura más, y se saca poco del bolsillo. A veces, incluso se deja encima de cualquier sitio y se pasa un rato. Es un síndrome telefónico que muchos estarán experimentando estos días. "¿Qué pasó?", como decía el gran Rubén Blades en una de sus mejores canciones. No pasó nada. Simplemente han dejado de ser objetos interesantes. El teléfono no suena. Hasta los contactos se borran por falta de uso.

Lo que pasa es que la vida da muchas vueltas. Y lo que hoy es blanco se puede volver negro. El teléfono puede volver a sonar. La vida es una carambola. Muchos habrán pensado lo que dijo el general MacArthur al abandonar Filipinas en manos de los japoneses: "Me voy, pero volveré". Y vaya que sí volvió. Mientras tanto, el cerebro, que repito, es sabio, va tomando nota. Va seleccionando a interesados, a seres queridos y a seres rechazables por el falso interés. Es una selección natural. Pero todo da muchas vueltas.