Cuando se acumulan los errores -algunos claramente evitables- y no se reflexiona con cierto rigor lo más probable es que te continúes equivocando hasta ser desfigurado y devorado por tus equivocaciones. Los dirigentes de Coalición Canaria contaban, entre sus expectativas, con perder el Gobierno autonómico. En lo que jamás pensaron es en que se verían desalojados del poder en casi todas las instituciones. En particular el hundimiento en Tenerife -donde las únicas alfombras que van a pisar son las de La Orotava- fue brutalmente inesperado. Tanto que les ocurre como a aquellos soldados que pierden una pierna en la batalla y que al despertar en el hospital contemplan el muñón, pero no se lo creen. Les quitaron la pierna pero les sigue doliendo, la continúan sintiendo. Los mandamases de CC -y en particular ese genio de la estrategia y de fumar puros sin encenderlos, José Miguel Barragán- siguen sintiendo, como si estuviera ahí mismo, el poder político que ya no tienen. Por eso no se les ha ocurrido otra chifladura que convocar para los próximos meses una conferencia política y no adelantar el VII Congreso Nacional, que cae más o menos por la próxima primavera. Porque creen que todavía mandan, incluso sobre los militantes. Y los militantes están a punto de largarse de la organización o de pedir que se largue Barragán. Para empezar a hablar.

Una devastación electoral tan amplia y profunda como la que ha asolado a los coalicioneros en los últimos dos meses aconsejaría, razonablemente, que las organizaciones insulares instituyeran un periodo de reflexión: un espacio deliberativo abierto que precediera a la convocatoria de un congreso extraordinario en el próximo otoño. Pero Barragán quiere conservar el control del debate interno y de las pulsiones de cambio. Es lo que lleva haciendo veinte años al servicio operativo de los sucesivos presidentes del Gobierno, incluido, por supuesto, Fernando Clavijo. Tiene un pequeño problema: en primavera es posible que todos los militantes y cuadros de CC quepan cómodamente sentados en la Bodega Zenón, uno de los mejores guachinches de El Sauzal, buena carne fiesta y hay San Marcos, para el que se los pueda pagar.

Y en esta obsesión por el control, por supuesto, está la designación del senador autonómico que le corresponde a Coalición Canaria. Repentinamente Fernando Clavijo parece haber cambiado de opinión y ahora prefiere irse a Madrid, y como viático ha pergeñado una elaborada fantasía que convierte su solitario escaño en la Cámara Alta en la última trinchera en la defensa del Estatuto de Autonomía y del REF, una red de protección de los fueros de la patria con Ana Oramas y Guadalupe González Taño, una versión insulareña de Los Vengadores, pero con Thor cobrando dietas de asistencia. Ni una palabra en este asombroso argumentario sobre el Tribunal Supremo. La nueva preferencia de Clavijo ha irritado entre otros a José Bermúdez, que pugna por la túnica senatorial, y ya ensayaba su perfil de halcón en los espejos de su casa. En todo caso la decisión del expresidente es lícita, pero para ser además irreprochable -y respetuosa hacia los militantes de CC- debería reconocer que desde Madrid no se lidera un partido, y menos aún un partido nacionalista, y, por tanto, aclarar explícitamente que no optará por dirigir la organización. Porque ya empiezan a rechinar demasiadas cosas desde la noche electoral de mayo y Coalición puede disolverse en poquísimos meses si quienes aún son sus responsables dejan de hacer pendejadas y no insisten en prestar toda su atención a sus propios glúteos.