Parece que la actividad de empresario no solamente está mal vista, sino que se impone la moda de perseguir al empresario por sus pensamientos y aportaciones para el bien común, más allá de sus razones, que las tiene, basándose en la dudosa ética de algunos, como los hay, y no debemos olvidar, en otras clases sociales y políticas.

No hay crisis que no se combata de manera efectiva si no es a través de pleno empleo y competitividad.

Parafraseando a la columnista Máriam Martínez-Bascuñán, "La ausencia del bien común devalúa las palabras y, cuando estas se empobrecen, la complejidad se simplifica y lo sencillo se complica."

Tras los sondeos previos, las elecciones democráticas, toca el tiempo de la aritmética parlamentaria, para desembocar, ineludiblemente en la gestión institucional, que puede ser alejada o cercana a la sociedad tanto como te alejes o acerques a la sociedad articulada por empresarios y trabajadores. Con el permiso del inexorable peso de la burocracia.

Los cargos públicos no se eligen, solamente, para gestionar un presupuesto, sino para solucionar los problemas de quien los distingue durante cuatro años a través de políticas, diálogo y eficiencia.

Agentes sociales y políticos se necesitan mutuamente para construir la sociedad del bienestar y para generar estabilidad y confianza suficiente para el crecimiento y el empleo.

No olvidemos que una prole de jóvenes viene abriendo camino, incluso con una merma importante de salario son respecto a lo que cobraban antes de la crisis, y no podrán recuperar aquella capacidad de gasto e inversión si no es de la mano de la productividad y su prudente caminar, así como de la culminación de una ilusión generacional a la que tienen derecho.

* Vicepresidente del Consorcio de la Zona Especial Canaria