H ace unos días se presentó en Madrid el II Festival Hispanoamericano de Escritores, promovido y cabe imaginar que financiado mancomunadamente por el Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, el Cabildo Insular de La Palma, el programa Canarias crea del Gobierno autonómico, la cátedra Vargas Llosa, el Instituto Cervantes y la Fundación Universitaria de Guadalajara. La idea nuclear de esta convocatoria consiste en "crear un espacio de encuentro entre escritores españoles y escritores hispanoamericanos", ejerciendo los escritores canarios "como anfitriones". Si los anfitriones son los que se encargan de los gastos de los invitados, sin embargo, no hay más anfitriones que los contribuyentes isleños, quienes apoquinan este espléndido gatuperio.

Para evitar furibundos argumentos instantáneos, es cierto que la nómina de escritores invitados es espléndida e incluye a dos premios Nobel, Mario Vargas Llosa y Jean-Marie Le Clézio, y un premio Cervantes, Sergio Ramírez, a los que acompañan casi una treintena de narradores, poetas y ensayistas, bajo la dirección organizativa de J.J. Armas Marcelo. Una brillante bombonera en la que participan muchos escritores admirables y muy pocos ininteresantes. En Los Llanos se dedicarán a dictar conferencias, participar en mesas redondas y coloquios y ofrecer lecturas y recitales poéticos durante cuatro días. La organización informa que no se cobrará nada a los que quieran asistir a los actos programados y que se pondrán a la venta los libros de los autores -se supone que una severa selección de los mismos- en la plaza de Los Llanos de Aridane.

Sin duda me equivoco, pero no entiendo la vigencia intelectual y el interés público de un formato cultural como el Festival Hispanoamericano de Escritores. Es estupendo -o no- que los escritores latinoamericanos se relacionen con los escritores españoles, pero se me escapan las razones por las que las administraciones públicas deben desembolsar un céntimo para que se conozcan (mejor) entre sí y establezcan los diálogos que crean imprescindibles para la salvación de sus almas letraheridas y de la literatura universal. No es inocente decidirse por la palabra festival y no por congreso o simposio: el nivel de exigencia participativa es menor y no queda rastro ni se plantean exigencias a la hora de publicar conferencias o intervenciones. En lo que respecta a la creación literaria -lo único importante- los escritores se conocen y reconocen a través de sus obras. Es verdaderamente extraordinario que el Cabildo de La Palma deba pagar su alícuota parte del coste de un puchero para que se hagan compadres (o no) un cuentista canario y un novelista colombiano.

Aunque la situación no es la de hace treinta años, Canarias sigue siendo un país con problemas y deficiencias educativas y culturales graves y, entre otras venenosas ratios, somos la comunidad autónoma con el segundo índice de lectura más bajo de España, según la Federación de Gremios de Editores. Casi el 44% de los isleños no abren un libro jamás. Necesitamos más campañas de fomento de lectura, mejorar los currículos escolares en lengua y literatura, apoyar a las diezmadas editoriales canarias, vivificar las bibliotecas como centros culturales. Es más urgente que se lea a Sergio Ramírez que llenarle los bolsillos de marquesotes.