ElLa realidad entera está marcada por la dinámica de la acción reacción. El encuentro de aspectos diferentes en contacto mueven la vida y la desarrollan, mueven la historia y la hacen progresar. La búsqueda del equilibrio es nota distintiva de la realidad. Desde el movimiento de los astros, los ciclos climáticos durante el año, los períodos fértiles en la naturaleza biológica, etc., marcan muchas de las acciones y reacciones que contemplamos y disfrutamos. Y las personas asumimos este movimiento como somos, como seres inteligentes y capaces de decisiones libres. Este es el marco inevitable de las diferencias. La realidad es plural y diferenciada. Físicamente diversa; intelectualmente plural. No hay dos ideas totalmente iguales en el ingenio humano.

Esta realidad, ¿es necesariamente motivo de conflicto? Sí. El conflicto es natural. Es el eco de las múltiples diferencias en las que habitamos y que nos rodean. El problema nunca es el conflicto, sino la posible incapacidad para convertirlo en ocasión de progreso y desarrollo. Las almas pobres se instalan en el conflicto incapaces de lograr afinar su cuerda para que el conjunto resuene armónico.

Nadie quiere un instrumento de cuerda en el que todas sean iguales y sueñen iguales. Eso no genera creatividad alguna ni belleza. La diferencia afinada es la escuela de la armonía social. Las amistas cívica se edifica sobre una sociedad de distintos y diferentes que convierten la diferencia en ocasión de riqueza compartida.

El civismo exige respeto a la pluralidad y capacidad dialógica. Y esto ha de ser educado aportando las claves de valor de la que surge: el absoluto respeto a la dignidad del otro, la capacidad de diálogo usando las armas de la racionalidad, la capacidad de ordenar la realidad en una escala de valores que tenga la persona en el centro, la capacidad de renuncia a lo relativo para alcanzar consensos en lo fundamental y, finalmente, no renunciar nunca al diálogo. La unidad es la meta; el diálogo es el camino.

La unidad prevalece sobre el conflicto. Siempre es más lo que nos une que lo que nos separa. Claro, si somos capaces de mirar de verdad y con verdad. Porque no podemos olvidarnos que existen miopías sociales que nos impiden ver bien la verdad del diferente. La peor ceguera es la de ver solo lo que queremos ver, convirtiendo la realidad a nuestra imagen y semejanza. Pero si logramos tener una capacidad de con la luz de la razón y con la libertad sana, entonces la pluralidad real generará pluralismo intelectual.

En el rostro del otro aprendo quien soy. No soy yo la medida de mi mismo, sino que es el otro quien me dimensiona. Es el diálogo el que logra los puentes de todo encuentro. No estaremos de acuerdo siempre y con todos, claro, pero todos tienen la dignidad de no ser privados de mi palabra, de mi "logos". Ahí está la profunda diferencia entre el día-bolo y el dia-logo. Entre la bestia del conflicto y la palabra que nos salva; entre Babel y Jerusalén.

Esto también lo pueden leer los diputados y senadores...

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero