Tiene una lectura compleja explicar a nuestra gente lo que ocurre con las papas en Canarias, uno de los pueblos del mundo con mayor consumo por habitante y año -más de 40 kilos-, con una cultura local rica, con variedades propias (papas de color), sólo comparable con el mundo andino, con Perú o Bolivia.

Papas y el vertedero de Arico. Estos días se transportan a dicho establecimiento entre 10 y 20 Tm de papas bichadas diarias, de agricultores que han perdido hasta el 50 % de su cosecha.

La polilla guatemalteca (Tecia solanivora) se introdujo hace unos años en las Islas por la importación de papa de siembra de fuera. Aquí importamos todo, pero el control fitosanitario en nuestros puertos y aeropuertos tiene un papel pobre, por lo que las plagas han tenido siempre las puertas abiertas.

La polilla se propaga con más facilidad en suelos secos, y este año ha llovido un 70 % de la media de las Islas.

Ruptura de una cultura. Antes, cultivábamos a tres hojas (papas-cereal-legumbres), ahora papas-papas, estiércol poco. La polilla encuentra un campo de expansión en el monocultivo.

Hemos devaluado económica y culturalmente el cereal y los chochos. Los precios del cereal y la paja hacen que no sea rentable económicamente lo que antes era rentable social y ambientalmente en una economía de subsistencia. Pagamos por un kilo de trigo lo que cuesta un cortado.

Comprar gofio del país también significa entre otras cosas luchar contra la polilla, así como usar menos venenos en nuestros campos es luchar por la salud de nuestro pueblo. También, labrar y sembrar las medianías es crear miles de puestos de trabajo, incorporando unas 10.000 ha labradas, esto conllevaría ventajas como una menor dependencia del exterior, o una mejor defensa contra los incendios, etc.

Tenemos alternativas. El Cabildo de Tenerife y los centros de investigación como el ICIA, la Universidad de La Laguna, la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias han hecho estudios en los Campeches, Icod el Alto, Tierra del trigo y otros, planteando cuestiones como la rotación, trampas con feromonas, avispas que atacan a los huevos de las polillas, así como repelentes, o el descanso obligatorio de los suelos atacados por polillas.

Parece razonable que se adopten medidas, y que las cumplamos todos, desde la eliminación de las papas bichadas en la tierra, hasta una rotación, disponiendo por parte de la administración de un banco de tierras como alternativa para los agricultores afectados, o el riego en numerosas parcelas, ya que con un solo riego se salvan numerosas cosechas.

Hemos de tener un mayor control en las importaciones para garantizar una renta mínima a los agricultores, creando estímulos para que nuestros jóvenes vean en el campo una alternativa. Para ello, debe haber una mayor y mejor colaboración entre los político, los técnicos y los agricultores.

La polilla es controlable con una cultura que articule naturaleza, prácticas tradicionales y las nuevas técnicas, en una armonía entre el ayer y el mañana, en una sociedad más sostenible, con menos veneno y más cultura, en la que la soberanía alimentaria sea algo más que un alegato vacío.

Valga como referencia que este año hay numerosos campesinos que han obtenido cosechas sin polilla y sin poner veneno, con un buen manejo de los cultivos.

Si compramos gofio del país también luchamos contra la polilla. No dejemos todo para papá Gobierno, impliquémonos en buscar soluciones, aprendamos con los campesinos y los técnicos, con sus aciertos y errores no sembremos en tierra con polilla poniendo veneno, hagamos rotación y usos sanos del suelo, sembrando futuro.

Sembremos cultura y solidaridad que evite lo ocurrido este año para evitar que las papas de abastecimiento complementen gran parte del ciclo a lo largo del año, es decir lamentamos que en septiembre tengamos que tener papas importadas para abastecer nuestro consumo, con agricultores que tiran la toalla.

Sembremos ilusión y compromiso está en nuestras manos establecer alguna ayuda para los que hacen las cosas bien y la naturaleza los maltrata.

Solidaridad con los agricultores que sufren lo que trabajan.