Mucho antes de que Fred Olsen montara en Canarias un sistema para transportar a la gente de un sitio a otro, allá por el siglo VII, el gobernador de Ceuta, un tal don Julián, montó una especie de puente marítimo para que los musulmanes se dieran un paseo de ocho siglos por la Península Ibérica. Es la misma empresa de transportes que ha montado Ciudadanos para crear el Apocalipsis Zombi Municipal, abriendo la puerta a un pacto con el PSOE y Podemos que ha derrumbado las murallas de poder nacionalista en Tenerife.

Patricia Hernández es la nueva alcaldesa de Santa Cruz y a ella le corresponderá el mérito histórico de haber conquistado la primera plaza fuerte de ATI y la semilla desde la que creció el nuevo nacionalismo canario. Los socialistas conservan todo su poder en el Sur de la Isla, han logrado recuperar feudos como el Puerto de la Cruz y han acuchillado a CC en La Laguna y en Santa Cruz tiñendo de rojo el mapa de Tenerife. Solo Carlos Alonso, en el Ca-bildo, tendrá la oportunidad de resistir -si Ciudadanos no se la hace a él también- como la aldea gala de Asterix ante las fuerzas romanas.

El mapa de los pactos municipales en Canarias es eso que un moderno llamaría de geometría variable. Que, para que nos entendamos, es una manera esmerada de definir que la gente ha hecho lo que le ha salido de sus partes. Hay algunos lugares en donde se han realizado pactos que responden a estrategias de los partidos, pero en otros se han producido salidas de pata de banco que a ver cómo se digieren con el paso de las semanas. No descarten, por lo tanto, que algunos bastones de mando tenga una vida muy efímera en las actuales manos en las que estén.

No va a ser el caso de Santa Cruz, que es el tsunami político del momento. Patricia Hernández ha ganado una alcaldía que difícilmente le será arrebatada en esta legislatura. Los dos concejales de Ciudadanos votaron por la candidata socialista, pero también con Podemos, que era una de esas líneas rojas de los naranjas, la nueva Inquisición política contemporánea. En este caso se han pasado por el arco del triunfo. El aparato del partido ha reaccionado comunicando que se ha abierto un expediente de expulsión para los dos concejales. Como si para ellos hubiese sido una sorpresa (que se vaticinaba hace ya semanas). Empieza a convertirse en una costumbre de la organización de Albert Rivera en las Islas eso de que les salga el tiro por la culata. Tal vez deberían plantearse que en lo de elegir a sus cuadros no andan muy finos.

Pero a buey muerto, cebada al rabo. El hecho es que ya pasó. La bomba cayó sobre Hiroshima y creó un enorme hongo en el que se dibujaba la cara atónita de los nacionalistas tinerfeños, arrojados del poder a unas frías tinieblas. Lo que procede plantearse es qué consecuencias tendrá esta nueva situación sobre Coalición y qué pasará en las negociaciones que siguen abiertas para el pacto regional.

En el Cabildo de Tenerife es difícil que se produzca el mismo escenario que en la capital. Para derribar a CC, los socialistas tendrían que presentar una moción de censura con el apoyo de Podemos y los dos consejeros de Ciudadanos. Si el partido los expulsara sus votos -en teoría- ya no valdrían y la moción no prosperaría. Alonso, si cierra un acuerdo con el PP, sería la última fortaleza nacionalista tinerfeña a prueba de demoliciones naranjas incontroladas o sibilinas. Eso en pura teoría, porque luego vienen los juristas y empiezan a liarla.

A nivel regional, el pacto del centroderecha nació y murió en cuarenta y ocho horas. Si el acuerdo de la izquierda falleció por parsimonia, el de la derecha se hundió por la velocidad de sus ambiciones. Asier Antona pidió la Luna y la cabeza de Fernando Clavijo. Igual fue mucho al mismo tiempo. Esta semana de ayuntamientos zombis y pactos multicolor los dos grandes bloques tendrán que sentarse, lamer sus heridas y decidir qué son capaces de hacer para que no gobiernen sus antagonistas.