Escribo esta columneja, que cae a goterones como la cera de una vela casi consumida, cuando todavía mi ciudad, dulce cárcel de eterna primavera, duerme quieta y mansamente Aunque esta ciudad, en realidad, nunca duerme ni sueña: sestea a todas horas con un ojo abierto hacia sí misma para comprobar el bochornoso placer de nunca hacer nada. Es tan temprano que todavía no se han levantado los que están negociando gobiernos, que a veces son los que figuran en la foto y otras no. En una página del periódico de anteayer veo la imagen de una joven negociadora, por ejemplo, una sonriente promesa de un gran partido antes deprimido y ahora encantado de conocerse, pero sabes, porque te lo han contado varias fuentes unánimes, que la joven negociadora no abre jamás la boca. A veces sonríe y asiente con cierta energía en su cuello de alabastro; otras se pone triste, como si hubiera recibido la noticia de miles de focas muertas a garrotazos en las costas de Islandia, y niega, delicadamente, moviendo la cabeza de derecha e izquierda. Pero hablar, lo que se dice hablar, nada de nada. Porque hay gente que ha hecho toda su carrera política gestionando un silencio amable, prudente y sonriente, discreto y a veces hasta chic.

Empieza a aclarar y el amanecer denuncia un cielo cargado de nubes oscuras. La negociación política es una especialización del comportamiento político, como lo es la esquizofrenia en la taxonomía clínica. Inspiran lástima los que creen que la negociación política es un espacio en el que se debaten racionalmente propuestas y ofertas para llegar a un consenso que salvaguarde los intereses programáticos de las partes implicadas. La racionalidad de los negociadores es siempre limitada. La negociación política no es eso, sino la intuición zahorí de encontrar lo que más le interesa a la otra parte. A veces cuesta mucho hacérselo entender. Pero si encuentras lo que realmente le interesa - que no es, por supuesto, lo que le realmente le conviene -ya tienes más o menos el acuerdo en el bolsillo. "Le haré una oferta que no podrá rechazar" es una máxima popularizada por ese politólogo italoamericano de mediados del siglo XX, Vito Corleone. Cuando Pedro Sánchez advierte que solo es posible en las próximas semanas su investidura o su investidura está practicando puro corleonismo.

Por supuesto, seguimos en el mismo lugar en lo que se refiere a la cultura política que evidencian las élites de los partidos. Y no me deja de asombrar los escandalizados que suponían que una reforma electoral impediría la habitual orgía de pactos contradictorios y acuerdos grotescos. "Ustedes siempre tienen a la derecha, al PP, para apoyarles y le saquen las castañas del fuego", se le escuchó una y otra vez a Dolores Corujo en el Parlamento de Canarias en sus escandalizadas arremetidas contra CC, la misma Dolores Corujo que ahora pactan con el PP - esa derecha infecciosa -- que le voten para alcanzar la Presidencia del Cabildo de Lanzarote.

Pero ya la luz entra en el depacho y decido recuperar un viejo y ya estrafalario rito y salgo a la calle -llovizna, sopla un viento desmayado, corren los transeúntes- a comprar el periódico.