Me aburre escribir de pactos. Ya les dije ayer. Pero es lo que toca, y hoy toca revisar la versión surrealista del flautista de Hamelín, con la que van a tenernos entretenidos de aquí al día 15, la del pacto PSOE-PP, una especie recurrente de la tipología pactista en las Islas, que sólo ha llegado a prosperar -de la mano de Asier Antona- en la isla de adopción de don Asier, La Palma, dónde Antona pactó el Cabildo y un buen puñado de ayuntamientos con el PSOE. Los resultados de ese acuerdo se han podido ver en estas elecciones: el PSOE ha crecido en todas las islas, menos en La Palma (pasó de ser primera fuerza en 2015 a ser la segunda en 2019 y pasó del 31,45 por ciento de los votos en 2015 al 29,20, ahora, en un extraño caso de retroceso en plena marea del sanchismo en toda la región. Ni siquiera la práctica desaparición de Podemos mejoró los resultados del PSOE. Curiosamente, Coalición recuperó las posiciones perdidas y se convirtió de nuevo en primera fuerza. Y es que los votantes y los partidos no suelen pensar siempre de la misma manera. A los partidos lo que les preocupa es mandar como sea, a los votantes les mueve más que los pactos respondan a afinidades ideológicas.

Asier Antona estuvo ayer en Madrid y recibió la autorización de Casado, según nos dice, para llegar a acuerdos con el PSOE en todas las instituciones de Canarias. Lo tienen bastante fácil, porque en la mayor parte de ellas, suman lo suficiente para gobernar; pueden hacerlo en el Gobierno de Canarias, en el Cabildo de Tenerife y el de Gran Canaria (si les apoya Ciudadanos), en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife (con apoyo de Ciudadanos) y en el Ayuntamiento de Las Palmas, sin necesidad de apoyo ninguno. Para demostrar que su pacto en Canarias es algo más que una ocurrencia, podría empezar Asier Antona entregando las alcaldías de Las Palmas de Gran Canaria y de Santa Cruz de Tenerife al PSOE, y luego los Cabildos. Y por último el Gobierno. Estoy seguro de que en el PP nacional le harían un monumento por el servicio.

PSOE y PP sólo han pactado en España en gobiernos de relevancia -el del País Vasco, básicamente- en situaciones de necesidad nacional, y con ETA como telón de fondo. Asier cree realmente en la bondad de exportar el modelo palmero a todas las instituciones de Canarias, pero es difícil que el PP permita que al acabar el día 15, en la cuenta de los ayuntamientos ganados por la izquierda, figuren dos más con su concurso. En cuanto a los cabildos, es otro cantar: Antona ya ha decidido reeditar la censura y los pactos con el PSOE en La Palma. Puede conseguirlo sin mucha dificultad, gracias a un compromiso perverso: manda el PSOE, el PP crece. Pero es difícil que ese formato se imponga en Tenerife y Gran Canaria: no sólo porque necesitaría el apoyo nacional para la operación, también porque sin Ciudadanos no suma, y no parece que Ciudadanos este por entregarle instituciones a Sánchez.

En cuanto al Gobierno de Canarias, admito apuestas: una cosa es que sus jefes le dejen a Asier cruzar piropos con Torres sobre las ganas de cambio político que tienen ambos, y otra muy diferente que Génova consienta convertir a un socialista en presidente de Canarias.