Ya ocurrió en las elecciones pasadas, y en estas están ocurriendo con más virulencia. Determinados partidos y determinados candidatos se cuelan en tu WhatsApp para hacer su propaganda electoral. Y están consiguiendo un efecto rebote. La gente siente un hastío indescriptible cuando en el momento más inoportuno le pita el WhatsApp, lo abren, y un concejal cualquiera les casca un rollo del planeamiento que va a hacer a saber dónde. Y digo a saber dónde, porque yo me he negado a que quebranten la paz de mi convento con soflamas electorales, ausentes durante toda la legislatura, y que ahora te vuelven loco. Mi móvil es casi público, porque yo lo he decidido así, con lo cual no es un ejemplo certero, pero es que determinados políticos se han hecho con miles de números a donde mandan sus peroratas. WhatsApp es un canal demasiado personal para que te sature cualquiera sin tu permiso, y yo ya voy bloqueando a los plomos de marras.

Y si bien las redes sociales son uno de los soportes más efectivos en estos días, para llevar a cabo una campaña electoral, esto depende de si aciertas en cómo llevarla. Carlos Alonso, concretamente, está haciendo algo nuevo y de lo más respetuoso. Tanto es así que me ha llamado la atención sobremanera. Está presentando a través de Facebook, por ejemplo, a toda su plancha. Cosa inaudita hasta ahora, porque lo habitual es potenciar al cabeza de lista, y listo. Pero en Facebook, si lo quieres ver lo haces y si quieres pasar, pasas. No agrede tu intimidad como los mensajes de WhatsApp. La peña está harta de la política, y malo es cuando se la obligas a comer. Hoy se requieren grandes dosis de buenas estrategias para ser visto y oído. Y algunos están ciegos y sordos. En fin, y lo que nos queda.

@JC_Alberto