Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: Las hormigas también van al váter

Ejercicio con váteres en 'El hormiguero'.
Ferran Monegal
Decía ayer Pablo Motos en su exitoso programa ‘El hormiguero’ (Antena 3): "Nos gusta hacer cosas que no tienen explicación". Y acto seguido su experto en física recreativa y experimentos entretenidos, Jorge Marron, colocó en el centro del plató dos tazas de váter, suspendidas con alambres desde el techo, y aquellos dos retretes, impulsados a mano, comenzaron a balancearse y entrechocar entre sí.
Para dar más realismo habían vertido dentro de las tazas un líquido amarillento, como si las hormigas Trancas y Barrancas se hubiesen orinado antes de colocarlas en escena. A mí me parece que se trataba –con buen criterio– del acreditado desinfectante Lejía Conejo. Pero, simulando ser una meada, daba el pego. Este golpe visual no es una cosa que no tenga explicación, como decía Motos. Yo creo que es un intento de trascendentalidad artística, seguramente pretendiendo emular aquel urinario que expuso Marcel Duchamp en Nueva York en 1917, o aquella escena de los comensales cenando sentados sobre retretes, que escenificó Buñuel en ‘El fantasma de la libertad’ en 1974.
El problema es que el arte, hoy en día, es incompatible con la tele. Comprendo a Motos y su inofensiva necesidad de hacer algo vistoso y sorprendente. Lo intenta también, por ejemplo, cuando le regala un coche a la criatura que adivine cuántos mejillones hay en una lata de mejillones. Pero son ejercicios inocuos. Carecen de esa garra, energía, potencia, que caracteriza al arte cuando es auténtico. Es posible que esto de los váteres columpiándose en el aire, simulando estar meados por dentro, sea una forma de gritar de Motos. Es posible que de pronto le haya sobrevenido un rapto de protesta. Momentánea, eso sí, tampoco nos pasemos. Pero se ha quedado corto.
Cuando ha colocado los váteres suspendidos del techo habría sido estupendo que se hubiese montado en uno de ellos y se hubiera puesto a evacuar. Una larga y generosa evacuación por retambufa. Desbordando el recipiente y desparramándose mucho. Una cosa colosal y a la vez horrorosa. Una catarsis por la vía más primaria: la expulsión televisiva excrementicia. Eso se acercaría al arte de Duchamp, sí. No se preocupe Motos por nosotros. Sabemos lo que es ponernos delante de la tele y acabar corriendo hacia la ducha.
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