Se dice que los primeros destilados tuvieron inspiración divina, y es que no en vano nacieron en los conventos de los monjes benedictinos, allá por el siglo XVI, quienes elaboraban aguardientes de hierbas con fines medicinales. Amén.

En 1575 surgía la primera destilería de la historia, fundada en Irlanda, la más antigua en el mundo de whisky, y con la llegada de los europeos al continente americano se introduce el sistema de destilación y así aparecen el tequila, el pisco, la cachaça, el ron… y sus correspondientes destilerías.

Fueron los marineros quienes comenzaron a agregarle zumo de limón al ron y a la ginebra, para de esta manera evitar enfermedades como el escorbuto, también les añaden hierba buena y azúcar o diferentes frutas, y de ahí nacen bebidas muy parecidas a los mojitos, gimlets o los actuales grogs.

Pero el término coctelería apareció por primera vez el 13 de mayo de 1806 en el periódico neoyorkino The Balance and Columbian Repository. En el artículo se decía: «Cocktail es un licor estimulante integrado por alcoholes de varios tipos, azúcar, agua y bitters. Se supone que es una poción excelente que el corazón prefiere frente a la cerveza de malta, a la vez que achispa la cabeza. De buen uso para los políticos, porque una persona que bebe estas combinaciones está preparada para cualquier cosa». La alta burguesía asume esta nueva moda y con el despegue de la industria del alcohol surge la figura del bartender. En el siglo XXI gracias a la globalización y a la gastronomía molecular nacen términos como mixología.

Esta obra descubre que el maridaje y la armonía son posibles entre la neococtelería y la alta cocina

Canarias nunca ha sido ajena a este mundo. De hecho, el primer ciclo económico implantado por los colonizadores ya desde el siglo XIV –y boyante renglón exportador– fue el cultivo de la caña de azúcar, que generó una cultura de consumo ligada al ron y los destilados. 

Esa suerte de alquimia conoce ahora un sabor vanguardista que se refleja en la publicación del libro Revoluzion Gastro-Liquid, editado por Hecansa, un alambique moderno en el que han intervenido los mixólogos Óscar Lafuente y Gorka Pérez, junto a los chefs Alejandro Bello y Diego Schattenhofer más la fotografía de Sergio Blázquez y los textos del periodista y crítico gastronómico Francisco Belín, en el que se descubre el maridaje y la armonía entre la neococtelería y la alta cocina.

«La conexión entre coctelería y cocina no es solo posible, sino que ya es una auténtica obligación», comenta Lafuente, mientras que Schattenhofer, desde la perspectiva de la cocina creativa basada en el producto local canario, considera que «no solo estimula al cliente, sino a seguir evolucionando en todo ese intercambio de conocimiento y de impacto visual en el que podremos seguir explorando».

Para Alejandro Bello, «la unión entre ambas vertientes de la gastronomía, la líquida y la solida, hace grande y fuerte a nuestra profesión y la enriquece». Por su parte, Gorka Pérez considera que se debe ir de la mano de los cocineros, «pues cada uno en su concepto eran los ideales para esta apasionante andadura con la que se pretende sacar a la coctelería», esa que también se mastica.