Hay proyectos que entran por los ojos antes que por la boca y que, además, lejos de nublar los sentidos provocan un agradable cosquilleo en el estómago. Este es el caso del excepcional espacio en el que se inscribe el restaurante Las Vistas, en pleno territorio de guachinches, las medianías del municipio tinerfeño de Santa Úrsula (en la calle Bencomo), que alongado al Valle de La Orotava se enseñorea con indisimulado orgullo junto a la vigilante silueta de un Teide elevado en toda la altura de su vanidad sobre el escalón de Tigaiga.

Esta excepcional finca –que se extiende en fanegadas de buen gusto– es en sí misma un parque temático que formula una verdadera apuesta por el enogastroturismo, sin trampantojos, que de la mano del Grupo FEB está edificando una auténtica y ejemplar propuesta por la sostenibilidad, cargada de sabrosos y cautivadores contenidos: explotación agrícola de productos ecológicos, área de restauración, espacios abiertos para el ocio y el esparcimiento (la zona infantil es sencillamente encantadora), zona específica para el desarrollo de eventos...

Desde esta reivindicación natural y bajo el inconfundible sello del chef Pablo Amigó, alma mater del ya extinto restaurante Noi , armado de esa filosofía de cocina por tiempos, tanto en las cocciones como en el cuidado a lo estacional, con un respeto casi reverencial al origen del producto, alejado de modismos y defensor de un concepto de gastronomía integral, Las Vistas propone un racimo de recetas sencillas pero honestas, acompañadas de ese preciso toque creativo, en las que se echa mano de productos de proximidad –sin postureos– como frutas, hortalizas y verduras recogidas en la propia huerta, también las uvas Listán negro que brotan de los viñedos en espaldera y se traducen en los vinos de la reconocida bodega Piedra Fluida, además del acopio de un conjunto de seleccionados proveedores que nutren una carta reconocible y atemperada.

Eva, la responsable de sala, acude a recibir al cliente y lo acomoda bien en el interior o en la terraza. Con todo, el primer detalle distintivo lo marca el uso de manteles y servilletas de tela.  

En adelante, Kevin, el jefe de cocina, marcha una sucesión de platos que arranca con unos panes de masa madre acompañados con una mantequilla de cítricos y aceite de oliva, para ir abriendo boca.

La propuesta va subiendo de tono con un aguacate tratado a la brasa, que lleva el añadido de una picada de cebolla, cilantro y lima con una salsa picante, una composición cargada de explosiva diversidad, como sucede también con una berenjena que se cocina directamente en la brasa, para después pelarla, y se presenta en una base con mojo de tahine, cilantro, miel y limón, además tomate concassé y cebolla encurtida, sugerentes sabores. Otro de los guiños lo representan los tradicionales huevos rotos, en este caso con tartar de atún, y ese regusto de soja, cebollino y cilantro. La carta muestra un abanico de platos y sugerencias que sorprenden.

¡Ah! Y durante todo ese tiempo sólo se oía el canto de los pájaros...