Los libros se devoran y una buena lectura siempre alimenta. Bien es cierto que tanto la literatura como la gastronomía encierran esa virtud, acaso hedonista, que es capaz de despertar las más íntimas emociones, como las más intensas pasiones. Desde ese fundamento, el Strasse Park de la capital tinerfeña se convirtió ayer en el escenario de una original iniciativa: un brunch entre lecturas. Las protagonistas, tres escritoras, voces de mujer: Dulce Xerach, con su obra Muerte en la Bienal de Venecia; Yanet Acosta, autora de Matar al padre, y Aida González, creadora de Leche condensada. Convocadas bajo el lema La Literatura es Femenina, bien armadas de palabras, maridaron lecturas de algunos pasajes de sus trabajos literarios, al estilo noir, con una singular propuesta culinaria, sentadas a la mesa de la escritura, al descubierto y en compañía de un auditorio predispuesto a escuchar y también a sentir.

La comisaria de tan original iniciativa, la periodista y escritora Yanet Acosta, destacaba que el propósito del encuentro –casi una performance– no era otro que vivir la literatura «pero no desde la cabeza, sino incorporando otros sentidos como el del paladar, el olfato, el tacto, el oído...». Un sabroso desafío: reconocer a los personajes a través de lo que comen y beben, un gesto tan habitual como necesario y que muchas veces suele pasar desapercibido, aunque siempre está presente en los relatos. 

La experiencia sensorial, el ritual, arrancaba con un Zumo de naranja helado en coctelera –excepcional trabajo de Strasse–, un despertar acompañado por las reflexiones matutinas de la detective María Anchieta (Muerte en la Bienal de Venecia): «Mientras desayunaba un zumo de naranja helado y un café...».

La investigadora continuaba su particular degustación con unas tostadas, al tiempo que susurraba para sus adentros: «Que los detenidos se aburran en los calabozos esperando el desayuno» (De fondo suenen los coros de Nabucco). La mesa de la escritura, afortunadamente, no tuvo que aguardar: cestas con panes, acompañados por una singular mantequilla de cabra: un guiño a lo identitario. 

El éxtasis se desató con unas deliciosas Milhojas crujientes de queso canario y trufa, elaboradas por 100% Hojaldre –local que regenta Alexis Hernández–, y que dio pie a que Aida González leyera: «¿Qué tal estás de hambre? No mucha. Pues yo me comería un buey. Algo con trufa no estaría mal». Aida es dulce, hermosa y llena de capas, como la milhoja, que cuando la muerdes se desmorona.

Un paréntesis para el recuerdo a Patricia Highsmith y sus huevos con bacon –amén de su gusto por el vodka, la cerveza, la ginebra y también el whisky–. 

Otro guiño, un barraquito –popular bebida canaria–, y como no hay novela sin café, uno infusionado, en este caso un café colado que Lucy Belda, la protagonista de Matar al padre, habría preparado con un arábica.

Y llegados al capítulo dulce, la propia Dulce Xerach lee: «... Mientras miro por un balcón los colores de Lily Vanilly». De ahí la inspiración de los pasteles.

Como final, un Bloody Mary perfumado con ginebra y un toque de anchoa. El jugo de tomate llamando a la sangre.

Un brunch entre lecturas.