El barro parece tener muchos secretos. Dónde encontrarlo. La forma de prepararlo y cómo en las manos expertas puede dar lugar a excelentes piezas que en tiempos pasados formaban parte de los utensilios que se usaban día a día. Ayer un grupo de alumnos pudo descubrir al menos una parte de ellos.


Como herramientas una lapa, una piedra rugosa y un trozo de caña. El material: barro de las montañas de Anaga. Estos fueron los elementos principales del taller de alfarería tradicional que ayer acercó las claves de este tipo de artesanía a un grupo de participantes en La Laguna. Cristina Toledo, artesana de La Punta del Hidalgo, fue la encargada de descubrirles los secretos de esta técnica que ya llevaban a cabo los aborígenes de Canarias siglos atrás y que ha llegado hasta nuestros días de la mano de las alfareras, ya que siempre fue considerado un trabajo femenino. 

El taller formó parte del programa del Anaga Biofest, un festival repleto de actividades para acercar al público a la Reserva de la Biosfera del Macizo de Anaga de una manera práctica y respetuosa con el entorno. En esta segunda edición La Laguna y Tegueste se unen para potenciar el descubrimiento de este territorio. 

«La alfarería es parte de él», sostuvo Toledo y detalló que se trata de un oficio, ahora en vías de extinción por la falta de relevo generacional, que se practicaba sobre todo en la zona de San Andrés. Allí existía un centro locero muy importante, ya desaparecido, que fue muy famoso por sus ollas de fabricación tradicional. «Lo que quiero es que los alumnos sean alfareros tradicionales por un día y que más que un taller sea toda una experiencia para ellos», señaló momentos antes de arrancar con la actividad.

La artesana trató de sumergirlos en el Macizo y para ello intentó traer hasta la plaza del Hermano Ramón en el casco histórico de Aguere un trozo de Anaga con elementos de la laurisilva, tierras y arenas que los participantes pudieron oler, tocar y sentir. «Vamos a trabajar el barro como lo hacían nuestros ancestros», les advirtió, por lo que hay que desterrar cualquier idea de mecanización. Así que las manos se convirtieron en sus principales herramientas. 

Toledo explica que el primer paso para poder elaborar cualquier pieza es precisamente ir a buscar el barro con el que se va a moldear. «En Anaga el mejor barro suele estar en toscas», apuntó. Una vez recogido debe prepararse, majándolo, mojándolo y mezclándolo con arena, para luego dejarlo secar. 

Un paso que la artesana ahorró a los participantes que ya contaban con el material listo para ponerse manos a la obra. La alfarería tradicional canaria se diferencia de cualquier otra alfarería o cerámica «porque el proceso es totalmente a mano y no se usa torno ni ningún tipo de molde». Para levantar cada pieza los artesanos utilizan el urdido, una técnica es que patrimonio cultural de Canarias y basada en añadir churros de barro con los que poco a poco se va dando forma al recipiente. Las manos y algunas herramientas rudimentarias se unen para sacarle sus diferentes formas. 

El objetivo era que los diez participantes elaboraran un gánigo, una pieza de alfarería con un asa que los guanches de Tenerife utilizaban para recoger agua y también en los rituales de hermanamiento. Pero, «en la alfarería tradicional no hay una vasija igual que otra cada pieza es única», algo que resultó evidente durante el taller, ya que cada cual impregnó su pieza con su esencia y unas y otras parecían no tener casi nada en común. 

Las razones de cada uno de ellos para haber asistido ayer a este taller también eran muy diferentes. «Nunca lo había probado y me animé», aseguró Samuel Núñez, que también esperaba poder llevarse una buena pieza para poder regalar a sus familiares en la Península. «Quería apoyar a este tipo de festivales que promueven nuestra cultura y el producto local», sostuvo Marta Vázquez, mientras que otra compañera admitió que se había apuntado «por hacer algo diferente, una tarea manual y salir de la rutina».  

Tras darle forma y alisarla, el último paso para finalizar la cerámica es guisarla, algo que no se pudo llevar a cabo durante el taller, ya que a la manera tradicional debe hacerse en un horno de leña. «El fuego es el que tiene la última palabra», aseguró Toledo. Cuando se pone la vasija en el horno «se puede rajar, cambiar de color...el fuego la puede aceptar o no». El fin de de todo un proceso en el que un artesano invierte al menos cinco días de trabajo.  

Esta alfarera lagunera lamenta que su oficio esté en peligro de extinción. «Nuestros viejos van muriendo y el saber se pierde», recalca. Ella se mantiene activa «por amor al oficio y porque no desaparezca» pero insiste en que debería existir una enseñanza patrimonial en los colegios y que se le diera a este tipo de artesanía «la importancia que realmente tiene».  

El taller de alfarería tradicional fue solo una de las actividades que dejó ayer el Anaga Biofest en La Laguna. Degustaciones gastronómicas, conciertos y otras demostraciones de artesanía completaron el programa del festival este sábado. Actividades que se unieron a la Muestra anual de Artesanía de La Laguna que llenó la plaza de La Concepción con más de 40 puestos.