Los músicos ambulantes no habían instalado aún sus artilugios con los que después del mediodía amenizarían el paseo a los viandantes a ritmo de samba, rock & roll y chumba chumba, y ya los artesanos de los treinta y siete puestos de la feria habilitada en el casco de La Laguna se dispusieron a apurar las horas de la llamada Muestra de Artesanía Dispersa y Resiliente de Aguere (Madra) ideada por la Concejalía de Desarrollo Local.

Una feria, con cinco escaparates: tres localizados en el entorno de La Concepción, más otro junto al antiguo convento de San Agustín –a la espera tal vez de que algún día llegue su rehabilitación– o sobre la loza que cubre las catas que se realizaron en el exterior de la Catedral.

Pasillo La Catedral

Entre los feriantes del exterior de la Catedral se puede encontrar más artesanía de vanguardia, como la muñequería de Gloria Isabel Galván o la decoración en tela de Ana Rosa Martínez. A su lado, María Teresa Moruno, que se estrena como artesana de muñequería.

Vecina de La Laguna, María Teresa regenta el Taller de Tere, que surgió de su pasión por el patchwork. Justo antes de comenzar la pandemia, logró el carné de artesana y durante este tiempo se ha dedicado a preparar mercancía; y hasta el miedo escénico le hizo duda si estrenarse o no en la feria; finalmente optó por montar; Tere comentaba a su hermana su satisfacción porque ayer ya vendió dos muñecas y hasta telas de las que encarga.

Al lado, Beatriz García, con decoración en fieltro y telas y cerrando este pasillo artesano de La Catedral, Segundo Demetrio Milán, un peruano que pasó su niñez con el barrio en las manos y aprendiendo de sus padres el dominio de la cerámica y que se trasladó a Tenerife hace 22 años. Entre las joyas de la corona, el diseño que adapta en forma de imán con la imagen más representativa del municipio a donde acude a la feria; en este caso, la torre de La Concepción.

Otro de los pasillo comerciales de la feria de artesanía que se ha habilitado en el casco lagunero y que se puede visitar hoy y también el próximo fin de semana se localiza en el exterior del antiguo convento de San Agustín, contagiada por la alegría de las terrazas de los bares de la zona.

Pasillo San Agustín

Entre los puestos, Juan Manuel Martín, con su marroquería, o María Candelaria Torres, artesana del calado, o la modista Carolina Fátima Hernández, junto a la marroquería de Elena de Jesús Negrín, o la modista Lorena Cacho de la Peña. En el extremo de las carpas más próximas al Obispado, ajeno a los reproches de una de las artesanas que lamentaba que a ella no la dejaran intercambiar el puesto, el joyero Juan Francisco Núñez, adaptado a las nueva tecnologías. «Se admite bizum». Él regresó a la nuevo normalidad con la Feria de las Fiestas de Mayo de Santa Cruz y admite que aprovechó el casi caño y medio de inactividad por la pandemia para reinventarse. «La Laguna es apetecible para comprar; la gente que viene tiene mucha sensibilidad», elogia, para asegurar que lleva una decena de años como artesano y ocho en las ferias que se organiza Aguere y que este año, bajo el sello de Madra, se presentan con denominación de origen.

Juan Francisco es un artesano que se formó con joyería de oro en Chile y que entusiasma tanto con la obra como con la forma en la que la presenta; vamos, que uno la compraría no sólo para lucirla sino para tenerla expuesta en casa. Del oro y la plata, a la cobre, que tiene más salida. «Trabajo en serio y en serie», sentencia. Cuando llegó a Tenerife, aprovechó un la oportunidad para formarse en historia de Canarias, en una iniciativa que le permitió ir por los colegios explicando las raíces del Archipiélago, actividad que ha combinado con el taller que tiene en Las Canteras, en la propia Aguere. «Vengo a las ferias a atender al público, a trabajar y presentar mi producto, no a competir y a ver si gano más o menos que otros compañeros».

Al lado, el puesto de jabonería de Nancy Coromoto Gorrín, con productos tan llamativos que incluyen exfoliante de con arena volcánica, ¡qué apropiados para el Día de Canarias!, si no se quiere algo más tropical, como de mango. Al lado, reivindicando la tierra, la cerámica de Francisco Javier Martínez Romera.

Pasillo La Concepción

En el entorno de la parroquia matriz de La Concepción se reúnen tres zonas de artesano. En la zona de la plaza en sí, Maribel Altagracia Rodríguez, con su muñequería, que agradece la oportunidad del reencuentro tras el confinamiento. «Además, nos tratan muy bien: tenemos carpas, mesas, servicio... no falta de nada, y encima el tiempo acompaña. Hay solito y una brisa que no incomoda». Llegó a Tenerife para participar como representante de una Feria Iberoamericana, cuando acudió como belenista, y en su regreso para afincarse en Tenerife, hace unos diez años, se estableció como artesana especializada en muñequería con el uso de la técnica de porcelana fría. Aunque su firma en venta on-line es artesaniamundomarova.com, basta ver la cara de sus muñecas para identificar su estilo, y es que «tiene la cara de las muñecas en las manos».

Al lado, Cristina Toledo, una chicharrera que es hija de un gomero y una conejera, que se dedica a la alfarería tradicional, con taller en La Punta. Mientras modela sobre un tronco de palmera de Haría, cuenta que comenzó en la alfarería tradicional por amor: amor por lo aborigen, por las tradiciones y por su pareja, que fue quien la inició; él tiene un puesto de cerámica tradicional en el Monumento al Campesino, en Lanzarote. Es la primera vez que participa en una feria, si bien hace dos que logró su carné de artesana y seis que se dedica al modelado como alfarera tradicional, sin molde ni torno y con horno de leña. Al lado, una de las hijas de Carmen Díaz, que regenta el puesto en el que se incluye la nueva colección fruto del arte de su madre, que trabaja en bastidor de plata, y el invento de la fotógrafa Amanda Hiems, que hace marcadores que cala su madre, y que contrasta con la cestería de colmo que oferta en la carpa continua María Candelaria Alonso, una icodense que se dedica a esta actividad desde 1989. Y del barro, a los trabajos de serigrafía que realiza Natacia Burtoli, que se dedica a la artesanía desde el 2000. Trece años después esta italiana sacó el carné de artesana y en 2016 comenzó a dedicarse en plenitud tras dejar la empresa en la que trabajaba. Otra exquisitez, la obra de La Machanga, la firma de Esperanza Núñez, que trabaja esmalte al fuego sobre metal, con polvo de vidrio triturado a altas temperaturas.

En la otra parte de la plaza, cerca del monumento a Juan Pablo II, otros tantos puestos de feria, uno de ellos, dedicados al reciclaje, llama la atención de del concejal de Medio Ambiente, José Luis Hernández, y el coordinador de IU y asesor de Unidas Podemos Saúl Alberola que se atreve a posar con una tabla elaborada con su nombre: «Con esto seguro que me meten en el caso Laycas», dijo. Al lado, sin que nada tenga que ver, Damián Medina, natural de Chimiche, en Granadilla, que admite que lo reclaman más por los zurrones que vende –a 45 euros– que por las cestas que realiza. Su profesión es camionero, pero admite que se dedica a esto porque le gusta y con lo que saca, le da para «caprichos, como arreglos de goma o del coche».

Entre riñoneras y mochilas de María José de Armas, o las rosetas de Carmen Rosa Fumero –que heredó el oficio de su bisabuela Leocadia Linares, de La Escalona, en Vilaflor, experta como pocas en jazmines–, la joyería de Marta Ramos o el modelado de Juan Carlos Vera, o la alfarería tradicional de Isabel Miranda y Fredy García, estos últimos de Puerto de la Cruz, o la propuesta de «telas y a crear» de Teresa Carmen Tejera, que lamenta la disposición de las vallas porque parece impedir el paso del visitante o la escasa publicidad que tuvo la feria de Santa Cruz...

La Laguna ofrece un paseo por el casco entre artesanía.