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Sanidad | Servicio a vecinos vulnerables de Anaga

Una farmacia ambulante contra el doble aislamiento

El Colegio de Farmacéuticos y el IASS llevan medicamentos a las casas de mayores de Anaga que viven solos y no pueden moverse

Farmacéuticos recorren varios caseríos de Anaga

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A Saturnina le cuesta andar. Los dolores en sus rodillas limitan cada vez más a esta octogenaria. Muchas veces utiliza una caña para apoyarse al caminar y que el esfuerzo sea más llevadero. Hasta hace unos meses recorría varios kilómetros de fuerte pendiente desde Los Catalanes hasta Casas de la Cumbre para coger una guagua que la llevara a La Laguna y acudir al médico o a comprar medicamentos. Pero ya, sencillamente, no puede. El acceso a los medicamentos es fundamental para muchos mayores. Pero algunos no tienen opción de ir por sí solos a las farmacias y recurren a familiares o vecinos para que se los lleven. Si la situación resulta compleja en cualquier ciudad o pueblo, el problema aumenta si los pacientes viven solos en aislados caseríos o parajes de Anaga. El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Santa Cruz de Tenerifey el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) del Cabildo de Tenerife firmaron un convenio para atender a esos vecinos de avanzada edad con sensibilidad y eficacia. Así surgió el Cabildo de Tenerifeproyecto Anaga

La farmacéutica Mónica Jarabo trabaja en el Colegio Oficial de Farmacéuticos y aclara que la experiencia se basa en los sistemas personalizados de dosificación (SPD) de medicamentos, que facilitan la toma de los fármacos, en la dosis adecuada, en el desayuno, el almuerzo o la cena durante una o dos semanas. Y la experiencia resulta satisfactoria para los beneficiarios, como pudo comprobar El Día en un recorrido con los responsables de la iniciativa.

El presidente de la citada institución, Manuel Ángel Galván González, recuerda que hacía años que se trabajaba para hacer realidad la idea. Explica que Anaga es un Parque Rural y Reserva de la Biosfera, lo que implica la necesidad de conservar su paisaje, pero también respetar a las personas que residen y han residido allí toda su vida, literalmente, desde su nacimiento. Según Galván, buena parte es una "población envejecida". Resulta indudable que estos vecinos cada vez tienen más problemas para desplazarse, tanto para caminar hasta la parada de guagua más próxima o para conducir sus vehículos en unas vías estrechas y con multitud de curvas.

Para llegar a la casa de Saturnina y Benigno hay que desviarse de la carretera de la cumbre de Anaga y adentrarse en una vía mucho más angosta y revirada. En un cruce se coge una pista de cemento. Y después el cemento se vuelve menos fino, hasta que las ruedas giran sobre la tierra rojiza de un nuevo tramo. Pero nada frena al coche en el que van el repartidor, Tomás, y Mónica Jarabo, hasta que llegan a las cercanías del hogar de este matrimonio. Saturnina reconoce que "aquí no hay servicio de nada y no tenemos coche".

Ante ese panorama, se debe ofrecer una prestación "que no se les da arriba", apunta Galván. Por ese motivo, mediante el proyecto Anaga se les llevan sus medicamentos, pero también se les revisan sus botiquines, para saber si ya acumulan productos que no necesitan o que están caducados, y se controla que toman los fármacos de forma correcta y en las horas adecuadas. La detección de si han hecho bien las tomas se produce cuando se recogen los sistemas de dispensación personalizados ya utilizados; un proceso que tiene lugar en la entrega del siguiente.

En ese suministro individualizado de medicinas "hay un contacto directo para resolver sus dudas y diferentes asuntos relacionados con su tratamiento y su estado de salud". Cuando Jarabo escucha de Saturnina que está pendiente de recibir unas pruebas, se ofrece, de manera inmediata, a llamar al 012 para reclamar información sobre dicho informe. La coordinación y el intercambio de datos entre dicha farmacéutica y los médicos de Atención Primaria de los beneficiarios también son continuos y directos. Francisca Juliana, Kika, vecina de Afur, invita varias veces a los visitantes si quieren tomar café. Ese gesto de hospitalidad de dicha mujer octogenaria también es un canal para llegar a generar confianza con quienes le llevan las medicinas.

Sistemas de desificación

El secretario del Colegio Oficial de Farmacéuticos es Francisco Miranda. Explica que el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria costea los sistemas personalizados de dosificación, mientras que el órgano colegiado abona el transporte directo hasta la vivienda de cada persona necesitada. Para Francisco Miranda, así se consigue "un gran resultado y con poco coste".

Para llevar a cabo la experiencia, en noviembre del 2018 se firmó el convenio marco entre el IASS del Cabildo y la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac). El trabajo de campo comenzó en septiembre del año pasado. Durante las semanas más duras de la pandemia de Covid-19, la segunda quincena de marzo y abril, desde el Colegio de Farmacéuticos se realizaron 775 llamadas para comprobar, cada día, que todos los beneficiarios del proyecto "estaban bien o si requerían algún tipo de medicamento concreto". Y es que "estaban doblemente aislados", apunta Galván. Este directivo manifiesta que, a la hora de controlar las tomas de productos, a los familiares les pueden surgir dudas, por ejemplo, sobre las dosis adecuadas o la comida del día en que debe ingerir cada uno; o bien carecen de tiempo para estar presentes en todas o en alguna de las comidas de cada jornada; sin olvidar a aquellos a los que no les resulta sencillo poder visitar a sus padres o abuelos con cierta asiduidad por sus circunstancias personales o laborales.

Según Mónica Jarabo, "lo habitual es que se hagan las entregas de los medicamentos cada dos semanas" y que se realice una llamada cada siete días a los beneficiarios. En los meses del confinamiento, las visitas se desarrollaron una vez al mes. Casi todos son "pacientes estables, que no iban al médico en esas semanas, por lo que el seguimiento telefónico fue diario". Desde septiembre del 2019 se han visitado a 35 pacientes distintos, de los que 28 están dentro del proyecto, en la medida en que cumplen todos los requisitos exigidos. Las condiciones que se requieren para optar a la prestación son tener más de 65 años, residir en lugares aislados, sufrir alguna dependencia física, psíquica o social, o ser polimedicados, es decir, requerir más de cinco fármacos diferentes al día. En realidad, los mayores del proyecto Anaga necesitan una media de 11 medicamentos cada jornada. Algunos de esos productos, como el anticoagulante sintrom, conllevan cierta complejidad para su administración. Y el SPD ayuda a los mayores a recordar cuándo deben ingerir las pastillas o cápsulas, lo que reduce la posibilidad de que cometan errores o se despisten en algunas comidas.

Muchas de estas personas mayores tienen cuidadores o asistentes que les hacen la comida, que lavan su ropa o les limpian las casas. La información que aportan estos empleados también resulta valiosa a los farmacéuticos implicados en la experiencia.

Son ciudadanos vulnerables, pero casi invisibles para la mayoría de la sociedad. No han parado de luchar y trabajar, desde que eran niños, por tener una vida mejor; paso a paso, por duros caminos, sin que la distancia o las pendientes les frenaran. Ahora, cuando ya sus condiciones físicas no les ayudan para andar las largas y empinadas pistas o la vista no les ayuda para conducir, muchos de sus hijos o nietos viven lejos o tienen dificultades para ofrecer la atención que requieren.

Saturnina y Benigno tienen 12 hijos y 17 nietos. "Estoy contenta", refiere la mujer cuando se le pregunta por el actual servicio de reparto de medicinas. Ella tiene 83 años y su marido, 88. Ambos son naturales de Los Catalanes y decidieron unir sus vidas hace 64 años. Benigno reconoce que ya sufre problemas de visión. Ambos se benefician de la labor de una trabajadora que le realiza las tareas de la casa. En breve, Francisca, Kika, también contará con esa ayuda fundamental.

Hace menos de un año, se preparaba para ir a una excursión, pero tuvo una caída en su casa y se fracturó la cadera por dos sitios. Pudo pedir ayuda porque el bolso con el teléfono móvil le quedó cerca y llamó a su hija. Nació en Afur, a pocos metros del lugar en el que vive ahora.

Benito, de 86 años y también residente en Afur, recibe a quienes le traen sus fármacos sentado en un sillón. Su cuidador se halla de vacaciones estos días, por lo que su nieta y otros familiares se ocupan de atenderlo en estos momentos.

El bar de 'Pepe Cañón'

Las cajas de cartón con fármacos también llegan a José y María. José, más conocido como Pepe Cañón, es el popular propietario del bar existente en Afur. Mientras su mujer está sentada en una silla junto a la puerta del local, Pepe conversa de forma animada con sus clientes, como ha hecho durante casi toda la vida. Sigue atendiendo a vecinos, senderistas o visitantes en su local con cubierta de teja inglesa. Entrar en el negocio es retroceder hasta mediados del siglo pasado, con unas estanterías llenas de botellas regaladas y unos mostradores que llevan allí muchas décadas. Para Pepe, de 84 años, el nuevo servicio para recibir los fármacos "es una maravilla; un adelanto de los grandes".

¿Y qué medicamentos demandan estos vecinos de Anaga? El licenciado de la farmacia de Las Canteras (La Laguna), Hugo de Armas Plasencia, y la adjunta Nelvys Francisco Pérez, de la oficina de Virginia Dorta, en Pedro Álvarez (Tegueste), coinciden en que la mayoría son antihipertensivos, antidepresivos, antiinflamatorios, para mejorar la circulación o para controlar la diabetes. En estos momentos, en el proyecto participan tres farmacias, las dos citadas y la de Anaga, en Santa Cruz de Tenerife, de Francisco Miranda. Según Jarabo, es el paciente el que elige la farmacia, en función de la proximidad a su casa o de la confianza que tenga.

Virgina Dorta señala que la experiencia "funciona muy bien y los beneficiarios lo agradecen". En opinión de esta farmacéutica, "al principio, los mayores son reticentes a que intervengas en su tratamiento", pero después su actitud cambia, "ya que, una vez que lo conocen, sí lo aceptan".

Hugo de Armas aclara que, antes de la implantación del proyecto Anaga, "un par de años antes ya trabajábamos con los sistemas personalizados de disfusión". De hecho, además de los mayores incluidos en la experiencia del Colegio Oficial de Farmacéuticos, cuenta con su propia cartera de pacientes con dicho procedimiento de suministro. Para poder desarrollar esta forma de operar, De Armas realizó el curso correspondiente y dispone de acreditación. Y estos requisitos son claves para entrar en la iniciativa impulsada por el IASS.

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