Silencio. No suenan violines ni chelos, ni tan siquiera el rumor armónico del Danubio. Tras la pesadilla vivida la noche de este lunes, la clásica y elegante capital austriaca despertaba ayer aturdida, conmocionada. Militares y policías acordonan una ciudad golpeada y sumida en el duelo por causa del terrorismo yihadista.

Una tinerfeña de 23 años, Adriana Belda, estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad de Viena, fue testigo involuntaria del feroz atentado y confiesa que, aunque más tranquila ahora, todavía se encuentra en estado de shock. "No he pegado ojo en toda la noche", afirma con voz ciertamente cansada. La acompañaron en su duermevela el vuelo constante de los helicópteros y el ulular ininterrumpido de las sirenas. También el miedo.

"Me encontraba en casa, preparé la cena, como hago habitualmente, y me disponía a descansar un rato cuando de repente comenzó todo". Habían pasado alrededor de 20 minutos sobre las ocho de la noche y su teléfono móvil no paraba de recibir vídeos aterradores: "¿Qué está pasando?", se preguntó. Aquello no podía ser verdad, decía, al escuchar disparos, gritos y lamentos, y a la vista de cuerpos ensangrentados, de gente corriendo asustada...

Su domicilio se encuentra a cinco minutos a pie de la Judenplatz (plaza de Los Judíos) y de la zona de ocio conocida como el cuadrilátero, "pero no escuché nada porque el río amortigua el sonido".

Temblorosa, con lágrimas en los ojos y una sensación fría, de auténtico pánico, recorriendo su cuerpo, Adriana intentaba reconstruir de una manera racional todo aquel apocalipsis. En un primer momento pensó que el objetivo de la acción terrorista estaba dirigido contra la sinagoga central de Viena, que se encuentra ubicada en aquella zona de la ciudad. "Creí que aquello tendría algo que ver con un ataque antisemita", pero pronto cayó en la cuenta de la envergadura del desastre. "En ese lugar se concentra un gran número de bares y restaurantes, es lo que se conoce como el cuadrilátero, una zona de ocio que suele estar muy concurrida".

Y, precisamente, la noche de este lunes estaba "a tope". Las autoridades habían anunciado que desde ayer, martes, se implantaba el toque de queda desde las 20:00 horas hasta las 6:00 horas, hasta el 30 de noviembre, en toda la ciudad, con restricciones de movimiento como medida contra la pandemia del coronavirus, para de esta forma impedir encuentros y fiestas nocturnas, y la gente estaba dispuesta a aprovechar hasta el último minuto.

"Además, contrariamente a lo que es habitual por esta época del año, comenzando el mes de noviembre los termómetros marcaban nada menos que 24 grados", una temperatura ideal que animaba a salir a la calle.

La tinerfeña no acierta a saber con exactitud cuánto tiempo pasó desde que comenzara a visionar las imágenes del atentado, tal era su estado de aturdimiento. Se encontraba flotando, como en una nube. "Recuerdo que empezó a llamarme un montón de gente, el móvil no paraba de sonar y se amontonaban los WhatsApps". Su primera reacción fue la de ponerse en contacto con sus amigos de Viena para asegurarse de que se encontraban bien, que no les había pasado nada. A continuación, el gesto lógico de llamar a sus padres para transmitirles tranquilidad, "haciendo un esfuerzo para aparentar un sosiego que no tenía", explica. Sentada frente a la televisión escuchó entonces al ministro del Interior comunicando que la ciudad había sufrido un ataque terrorista y anunciando que se suspendían las clases.

Tras pasar toda la noche en vela, Adriana confiesa que se ha quedado "bastante mal. Mi estado de ánimo ahora se encuentra muy tocado". No le cabe en la cabeza que un atentado de esta magnitud, con 5 víctimas mortales y hasta una veintena de heridos haya podido suceder en Viena, en el mismísimo corazón de la vieja Europa, una ciudad que siempre ha considerado entre las más seguras de todo el mundo. "La verdad es que esto me ha dejado totalmente descolocada".

Lo cierto es que con el paso de las horas, ya con algo más de reposo y recuperado el aliento, no ha parado de cuestionarse por qué ha sucedido esto, hasta concluir en que un acto terrorista es el resultado de la sinrazón. "Creo que esta clase de criminales ha sabido aprovechar todo el alboroto que se está generando con la pandemia del coronavirus, el hecho de que Europa se encuentra pendiente de otras cosas, abrumada con los efectos de la crisis sanitaria y la recesión económica, para asestar un duro golpe".

Y mientras vive confinada en su casa, desde la ventana observa el paso acompasado del río, pero entiende que a partir de la noche del lunes ya nada volverá a ser igual. "Creo que va a pasar tiempo hasta que la ciudad vuelva a recuperar su pulso normal", se lamenta. "Esto ha significado un impacto emocional terrible. La gente está literalmente hundida".

De vuelta a la realidad cuenta que se está hablando de que hay 14 personas detenidas, vinculadas con el autor de los atentados, pero desde los medios de comunicación tampoco se está ofreciendo demasiada información. "Vivimos en la incertidumbre", concluye.