La escultura de 36 toneladas de Juan Ripollés que fue derribada por el viento el pasado fin de semana en Castellón ha suscitado polémica. Lo lógico sería reconstruirla y levantarla para que luzca en la rotonda donde fue instalada, pero su autor, que afirma que la obra le habla, no lo tiene tan claro.

"Paseaba solo alrededor de ella. Así estuve hasta que ella me convenció de que no la tocaran, que la dejaran como está". Son palabras del artista Juan Ripollés, que narra así como su escultura "Manos para la paz", que el sábado derribó el viento, le habló para pedirle que no la levantaran de nuevo.

El pasado sábado las fuertes rachas de viento que soplaban en Castellón derribaron esta escultura que el octogenario artista creó en 2010 como homenaje a las víctimas del terrorismo.

Ripollés volvió a visitar en las últimas horas la escultura y ha contado cómo, tras un noche de insomnio, decidió regresar junto a la obra caída "para hablar con ella durante horas". Su primera comparecencia en el lugar fue el pasado domingo, a las cuatro de la mañana.

Su presencia en la rotonda donde está instalada la escultura no pasa inadvertida para ninguno de los numerosos conductores que circulan por el lugar. Unos, pitan y le gritan para animarle; otros, no le dedican palabras tan dulces. Nada parece inmutar a este peculiar artista: "estoy acostumbrado a que me digan de todo. Lo mismo me pasaba cuando hice la escultura".

Ripollés explica que, tras el accidente, la obra cumple su papel mejor que nunca, "estas palomas caídas, torcidas y arrugadas, a las que les han quitado la vida ahora están más cerca de las víctimas que antes".

A pesar de las 36 toneladas de peso, los 25 metros de altura y los 18 de diámetro, la escultura no pudo resistir las embestidas del viento y terminó cayendo con la fuerza de rachas que llegaron a superar los 100 kilómetros por hora en esta zona.

Cuando se enteró de la noticia confiesa que no pudo evitar que se le cayeran las lágrimas, "y por eso no me considero ni un niño ni menos hombre". Rápidamente se marchó a verla "para encontrarme con la nueva realidad".

Reconoce que su obra le gusta ahora más que antes "y lo digo tal y como lo siento" aunque cuenta que, aunque cumplan los deseos de la escultura "hay que asearla porque es como el que ha muerto en un accidente, hay que limpiarlo y asearlo. Solamente le haría eso y la dejaría como ha quedado".

Entre los vecinos de Castellón hay opiniones para todos los gustos."No me parece bien que la dejen así. Deberían volver a dejarla como estaba", pide Eduardo Ribes.

Otros, como Concha Casteller o Juan Illes, opinan que la dejen tal cual se ha quedado tras la caída "para evitar más gastos".

El escultor defiende su trabajo explicando que detrás de esta obra había un proyecto de ingería que lo avalaba.

"He sido el primero en sorprenderme por lo ocurrido", afirma, pero señala que utilizó todos los materiales y siguió al pie de la letra todas las indicaciones que estaban incluidas en el proyecto de ingeniería.