DICE la Intervención del Cabildo que el Casino Taoro, en el Puerto de la Cruz, está al borde de la disolución. La crisis afecta también a los casinos: la gente se retrae hasta en el juego. Y es falso eso que se dice que a mayor crisis más juegos de azar. Con otros, puede ser; con las ruletas, no. Además, se cuestionó mucho el traslado del casino desde su emplazamiento en el antiguo hotel Taoro hasta el Lago de Martiánez, en un sótano, sin los atractivos paisajísticos y estéticos de la primitiva instalación.

Mejor va el casino de Playa de las Américas, propiedad también del Cabildo y que actualmente soporta las pérdidas del Taoro, ya que participa en su accionariado. Pero no es consuelo porque, juntos, también pierden dinero. Hasta el momento, y que se sepa, el Cabildo de Tenerife no ha tomado ninguna decisión. A lo mejor la solución es privatizarlos y quitarse ese lastre.

Por otra parte, a estas alturas nadie se explica qué hace un organismo oficial explotando casinos de juego. Ya es hora de ir abriendo estas posibilidades a mercantiles privadas, como ocurre en Las Palmas.

Tal y como van las cosas, las empresas públicas tienen que ir desapareciendo porque suponen, en su conjunto, una carga impresionante para las administraciones. Ahí tienen a la portuense Pamarsa, que no ha hecho sino dar disgustos y arruinar al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. Y este es sólo un ejemplo.

A nuevos tiempos, nuevas soluciones. Las empresas públicas están en almoneda. Ya no funcionan las cosas como en el pasado. El paternalismo oficial tiene que acabarse. Aquí cada cual ha de ganarse la vida como pueda porque el dinero público escasea y es preciso invertirlo en otros destinos. El juego no es, desde luego, prioritario.

Hay que reconocer que el Cabildo de Tenerife ha hecho una labor inmensa en todos los terrenos, a través de sus empresas: en el deporte, en el juego, en la agricultura. Pero repetimos que es momento de soltar lastre y de no comprometer el dinero público en empresas no solo de rentabilidad nula, sino de pérdidas cuantiosas, como los propios casinos. El del Taoro no incurre en causa de disolución legal por un crédito que solicitó y que maneja en estos momentos. De lo contrario tenía que haber cerrado sus puertas.

El anuncio de la grave situación del Taoro no hace otra cosa que confirmar la terrible crisis que se está viviendo en Canarias. Ni siquiera el turismo es capaz de mantener una instalación como esta, en estos momentos sin vida, mal promocionada y aburrida.