Hoy se cumplen 20 años desde que Eduardo Ramos dio la permanencia al Tenerife en Riazor. El domingo 10 de junio de 1990 se vivió una de las jornadas históricas del tinerfeñismo. La victoria sobre el Deportivo supuso que el Tenerife mantenía la Primera División. El 0-1 sirvió para derrotar al cuadro gallego, que lo tenía todo a favor para ascender. En la ida, el equipo no había podido pasar del empate sin goles. En La Coruña veían muy cerca el retorno a la máxima categoría, tras 17 años de espera. El grupo de Azkargorta se encontró con el lógico ambiente hostil. En la noche anterior al encuentro, los aficionados locales no pararon de hacer sonar las pitas de sus coches a las puertas del hotel de concentración del CD Tenerife. Al día siguiente, 27.000 aficionados abarrotaban las gradas de Riazor. En teoría, el dominio debía ser local, con una escuadra visitante a la defensiva. Pero los guiones cambiaron de forma súbita. Se jugaba el minuto 13 cuando una jugada por la banda, llevada por Quique y Ferrer acabó con centro del catalán al área. Eduardo Ramos logró cabecear el esférico a la red, en un remate casi eléctrico, en un latigazo más propio de Rommel que del lagunero.