A punto de conmemorarse el 70 aniversario del fin del nazismo, Alemania empezó a revisar su responsabilidad en los genocidios del siglo XX, no ya en lo que concierne al Holocausto judío, sino al sufrido por los armenios bajo el Imperio otomano.

El Parlamento federal (Bundestag) abordó hoy en primera lectura la resolución que reconoce el genocidio armenio, un día después de que el presidente del país, Joachim Gauck, avanzara en el uso de ese término y abordara, además, la parte de culpa alemana en la planificación de esas deportaciones.

Ni la canciller Angela Merkel ni su ministro de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, ni ningún otro miembro de su Gobierno intervinieron en un debate con perfiles históricos, envuelto en el reto que llevaba implícita la postura presidencial, tanto hacia Ankara como hacia las propias filas de Merkel.

El desafío había cobrado forma desde el momento en que Gauck aceptó asistir al oficio ecuménico, celebrado anoche en la catedral de Berlín, organizado por las principales iglesias cristianas en ocasión del "centenario del genocidio a los armenios, arameos, asirios y griegos", como rezaba la invitación.

La asistencia al acto implicaba, de facto, la aceptación de ese término y su anuncio precipitó un cruce de llamadas entre Cancillería, Exteriores y Presidencia, según la edición digital de "Der Spiegel".

En paralelo, los grupos parlamentarios gubernamentales -conservadores y socialdemócratas- consensuaron a toda prisa una tímida declaración reconociendo el genocidio armenio.

Gauck asistió, habló de genocidio y, además, se refirió a los "militares alemanes que planificaron y en parte llevaron a cabo las deportaciones", en las que murieron hasta 1,5 millones de armenios, además de decenas de miles de arameos, asirios y griegos.

La diplomacia del Imperio alemán "ignoró" las matanzas de su aliado otomano, prosiguió, en unas deportaciones que ahora se ven como el precedente de los planes de exterminio masivo nazi.

Gauck aludió a la orden de 1939 de Adolf Hitler, antes de la invasión de Polonia, de "enviar a la muerte sin piedad a hombres, mujeres y niños polacos", la línea extendida por el Tercer Reich en todo su ámbito hasta su capitulación, el 8 de mayo de 1945.

El presidente alemán incluyó en su discurso esa frase consensuada a toda prisa entre los diputados gubernamentales, cuya aprobación por el Bundestag deberá materializarse en las próximas semanas.

"El destino de los armenios es parte de la historia de exterminios masivos, limpiezas étnicas y deportaciones que marcaron tan terriblemente el siglo XX", era la frase que hoy se escuchó en primera lectura en el debate del Bundestag.

El portavoz gubernamental, Steffen Seibert rehusó hoy comentar la declaración de Gauck, con el argumento de que no es cometido del Gobierno opinar sobre lo que dice el presidente.

Las filas opositoras -Verdes y La Izquierda- tacharon por su lado de insuficiente la propuesta de resolución consensuada y apremiaron a incorporar la responsabilidad alemana en el texto final.

La cautela gubernamental se enmarca en lo que ha sido su línea tradicional hacia Turquía, socio de la OTAN y lugar de origen de 3,5 millones de sus ciudadanos, la mayor comunidad inmigrante de Alemania.

Más allá de lo que pueda implicar en las relaciones entre Berlín y Ankara, representantes de la comunidad germano-turca han advertido de que las palabras de Gauck han herido a su colectivo y aseguraron que un 80 % de sus miembros rechazan hablar de genocidio armenio.

Los medios -de "Der Spiegel" a "Süddeutsche Zeitung"- elogian hoy el discurso del presidente, al que una analista de la televisión pública ARD, Monika Wagener, encontró un pero: Alemania no se comporta mejor que Turquía en lo que respecta a sus genocidios en la era colonial.

Wagener aludía a la asignatura pendiente de las matanzas infligidas a las etnias herero y nama en Namibia, entre 1904 y 1907, bajo Guillermo II, que Berlín no reconoce como genocidio.