La canciller alemana, Angela Merkel, se mantuvo ayer firme en su rechazo a la emisión de eurobonos pese a la presión del nuevo presidente francés, el socialista François Hollande, y del primer ministro italiano, Mario Monti, que defienden esta medida para estabilizar la eurozona y reactivar el crecimiento.

Merkel contó con el apoyo de otros países "triple A" como Finlandia y Países Bajos, que temen que la mutualización de la deuda encarezca sus costes de financiación y disminuya la presión sobre los países con problemas para seguir realizando ajustes y reformas. El enfrentamiento acaba con la sintonía que había presidido desde el inicio de la crisis la relación del eje franco-alemán. El anterior presidente galo, Nicolas Sarkozy, acabó plegándose a la negativa de Berlín a discutir los eurobonos. "Los eurobonos no son una contribución al crecimiento", zanjó Merkel a su llegada a la cumbre extraordinaria de líderes de la UE. La canciller alemana alegó además que "los Tratados prohíben asumir la responsabilidad de la deuda de otros Estados miembros y, en nuestra opinión, eso también afecta a los eurobonos".

A su juicio, el hecho de que antes de la crisis todos los países de la eurozona pagaran tipos de interés similares por emitir deuda pese a sus diferentes fundamentos económicos "ha llevado a una evolución extremadamente negativa".

También el primer ministro finlandés, Jyrki Katainen, mostró su rechazo a la emisión conjunta de deuda en la eurozona ya que cree que supondría "invitar a problemas". "No estamos a favor de los eurobonos", indicó Katainen, que subrayó que "demasiados países" recibieron dinero en el pasado prestado a intereses que eran demasiado bajos. En la misma línea se expresó su homólogo holandés, Mark Rutte, para quien los eurobonos eliminarían la presión para que los países mejoren sus finanzas públicas y reformen sus economías.

Merkel encontró aliados incluso en países que no forman parte de la eurozona, como Suecia. "Soy muy escéptico sobre los eurobonos porque es incorrecto para ambos lados. El buen comportamiento se castiga y a los que tienen que hacer más se les alivia", justificó su primer ministro, Fredrik Reinfeldt.