ESTE es el título del recital poético que impartió recientemente la poetisa Mercedes Tabares Miranda, en el Círculo de Amistad XII de Enero. De raza le viene al galgo, pues tanto su padre, el poeta Pedro Tabares de Lugo, como su bisabuelo, el gran Tabares Bartlett, le han donado sus musas desde muy pequeña, por lo que Mercedes tiene una dilatada carrera poética, casi toda ella inédita.

El magnífico comunicador Zenaido Hernández Cabrera fue el presentador y conductor del evento, mientras que la lectura de poemas corrió a cargo del excelente rapsoda Miguel Melián García y de la arriba firmante.

Mercedes, a través de su obra, nos fue detallando con sentidos versos todos los avatares que la vida se ha encargado de poner en su camino, zancadillas muchas veces aparatosas, de bastante tropiezo, por lo que la artista ha tenido que pisar fuerte y firme para poder pasar al otro lado de su existencia. Por eso, emocionadamente nos dijo: "Se terminó la vida / en la medida / de estar para mis nietos / de estar para mis hijos / de estar para mi amor. / …Tan sólo estoy por ello / para que ellos lo sepan / que aquí estoy".

La poetisa se nos muestra como una roca donde el mar bate día a día su bravura y va erosionando con sus vaivenes la alegría que por naturaleza lleva en el alma desde muy niña. El recital estuvo marcado por cinco epígrafes: "Angustias", "Amores y desamores", "Familia, poemas condensados y costumbristas" y "Poemas de amor".

En "Angustias" nos deja la poetisa el corazón lastimado. Sus versos son un grito que no sólo duelen al que los escribe, sino al que los escucha, pero ella es "roca erguida ante el mar cruel que se empeña en destruirla".

En amores y desamores, la poetisa se goza y se entristece a un tiempo con las pasiones que le han dado vida, pero que más tarde han turbado su paz y su camino.

Los poemas familiares son tiernos y entrañables, son recuerdos a los seres con los que convivió durante muchos años, son el cariño eterno a sus padres y a sus hijos, por los que daría la vida sin dudarlo. Por eso dice a su hijo Fran: "No recuerdo ningún día / igual al que tú naciste".

Luego hicieron presencia los poemas condensados y costumbristas; condensados, porque Mercedes quiso condensar en pocos versos unos poemas que eran largos: "Bajaré de la cumbre / y dormiré a su lado / callada, ensimismada". Y costumbristas, porque nuestra poetisa vivió su niñez en el campo, entre la trilla, los higos, la vendimia, etc. Quizá sea esta parte la más alegre, la que más rayaron los ojos de la autora. "No hay ningún viaje / que me iguale a la trilla / cuando era niña".

Y llegaron los "Poemas de amor", esos poemas que todos llevamos muy dentro y que un día sin saber bien por qué queremos airearlos para volver a vivir esa felicidad, volver a escuchar el corazón, cómo late, vuela y revuela en torno al ser amado; cuando no hay oscuridad ni nubes, cuando todo es claridad y el alma se funde en la locura maravillosa del amor.

Mercedes dio término al acto recitando con suma emoción alguno de ellos. Deseamos y esperamos que vuelva a ofrecernos en otra ocasión nueva tarde de su quehacer poético. Y que vuelva a recitarnos aquella canción de amor que dice: "Quiero darte la mano, la flor, la rosa, / quiero darte mil besos de mariposa".