A un enfermo le hacen falta más atenciones que a una persona sana. Y para una economía descuajeringada los estímulos son más importantes que para una que funciona. Es la teoría anticíclica de un tal Keynes. En las vacas gordas ahorra y en las flacas invierte. Cuando el Gobierno del PP llegó al poder, España estaba al borde del rescate. O sea, fatal. Así que se olvidaron del programa electoral, mandaron a Keynes a freír puñetas y empezaron a subir impuestos y a hacer caja para salvar la caja pública. Al perro flaco le llovieron las pulgas. Como no había pasta para invertir y calentar la economía enferma lo que se hizo fue enfermarla más apretando el bolsillo de las clases medias.

Salvaron a la banca pública (las cajas que arruinaron los políticos, sindicatos y empresarios) y la repartieron entre los grandes tiburones. Su gran cobardía es que renunciaron a meterle mano a la superestructura de las administraciones públicas. Ni aplicaron criterios para medir la productividad pública, ni reformaron los procedimientos, ni modernizaron las administraciones reduciendo la burocracia. Más de tres millones de trabajadores públicos son demasiados votos para andar tocándoles las narices.

El año próximo, para Canarias va a ser bueno. Por primera vez el Gobierno tiene un gran presupuesto para gastar. Más de ocho mil doscientos millones que van a llover sobre los servicios y las inversiones y que van a tirar un poco de la economía. La bendita matemática parlamentaria ha hecho que el voto de los nacionalistas canarios sea fundamental para conseguir mayorías y después de años de maltrato (a Canarias le quitaron más de 3.000 millones en los últimos años de su financiación) las Islas han empezado a conseguir dinero.

Pero ojo. El Banco Central Europeo ha avisado que dentro de muy poco va a cambiar sus políticas de apoyo a la deuda pública. Y España tendrá que recortar casi sesenta mil millones de sus presupuestos entre este año y el que viene. ¿Qué significa eso? Pues recortes y más impuestos.

Todo esto dibuja un panorama complicado que nos podría conducir de cabeza a un nuevo enfriamiento económico. Para Canarias sólo faltaría una subida de los precios del petróleo para que todo se empezara a nublar. Porque si se encarece el combustible de los aviones el turismo se va a resentir, el precio de los productos de importación subirá y la energía no se pondrá por las nubes (porque ya está por las nubes), sino que ascenderá hasta la estratosfera.

Pero tampoco se trata de amargarnos la vida. De momento vamos a tener un buen año. Por primera vez en mucho tiempo la economía pública ayudará al sector privado. Las grandes empresas constructoras nacionales ganarán las obras públicas y subcontrarán a las canarias a precios de mierda; las grandes cadenas hoteleras ampliarán plantillas con trabajadores baratos y complacientes de importación y los pequeños negocios hechos por conciudadanos europeos florecerán por todo el Sur. Y todo volverá a la normalidad.