Los partidos independentistas cuentan medio centenar de votos en el Congreso que son fundamentales para un gobierno de mayoría a la derecha o a la izquierda. Y ya lo han dicho: el que quiera lapas que se moje el culo. O lo que es lo mismo, el que quiera sus votos tendrá que admitir que Cataluña y el País Vasco -para ir empezando- son naciones con derecho a decidir sobre su propia independencia. Eso quiere decir que vamos a unas nuevas elecciones.

El secretario general socialista, Pedro Sánchez, sabe que de ninguna manera puede favorecer con una abstención el gobierno de Rajoy, porque Podemos se los comería vivos. Su débil liderazgo en el partido depende de que siga manteniéndose en el enfrentamiento electoral contra el PP, en la esperanza de conseguir mejorar unos resultados hasta ahora pésimos. Eso quiere decir que vamos a unas nuevas elecciones.

A Podemos se le aguó el vino. Las enormes expectativas que les daban las encuestas para las últimas elecciones acabaron en un enorme fiasco. Pablo Iglesias quiere sobrevivir al ejercicio institucional de la oposición, que avejenta aceleradamente a su partido. Pero ademas existen tensiones territoriales en sus confluencias, especialmente en Cataluña. Por eso le ofrece a Pedro Sánchez llevarle de la mano a los independentistas, para hacer un pacto hacia la izquierda. Solucionaría dos problemas de un plumazo. Pero sabe que el PSOE no va a permitir la ruptura del Estado. Eso quiere decir que vamos a unas nuevas elecciones.

Albert Rivera cree que ha interpretado plenamente el único papel que le permitían sus resultados electorales. Ya ha demostrado a sus votantes que puede garantizar un "gobierno controlado" tanto a la izquierda como a la derecha. Y que Ciudadanos es el ancla para que el de derechas no sea demasiado de derechas y el de izquierdas no se salga de madre. Piensa que una nueva elección fortalecería el papel de su partido. Eso quiere decir que vamos a unas nuevas elecciones.

Mariano Rajoy ha escenificado ante toda España que estaba dispuesto a gobernar, a ceder y a pactar. Lo ha hecho con quien podía: Ciudadanos y Coalición Canaria. Con la derecha nacionalista vasca y catalana no puede contar, porque el precio es aceptar sus demandas independentistas. Con los secesionistas de izquierda, peor. Sólo le quedaba Pedro Sánchez y el PSOE, que han dicho no, no y mil veces no. Rajoy piensa que en una nueva cita electoral la gente, harta, terminará votando masivamente al PP y castigando a los socialistas. Eso quiere decir que vamos a unas nuevas elecciones.

Y con este mapa en las manos no hay más que escuchar la esquizofrenia política nacional. Todos dicen con la boca que no quieren unas nuevas elecciones y que sería un escándalo. Y todos hacen lo que tienen que hacer para que las haya. Salvo que el Rey proponga un nuevo candidato independiente, alguien que no este afectado por la penuria intelectual y el interés egoísta de partitocracia, nadie va a impedir que tengamos que gastarnos otros doscientos millones de euros en unas nuevas elecciones. Se las trae floja. Lo nuestro es pagar y votar. Lo de ellos cobrar y tocarse las bolas.