Analizábamos someramente el tema en nuestro comentario de ayer a partir de una noticia que adelantábamos en nuestra edición digital: los puertos canarios han superado el millón de cruceristas en el primer semestre de 2014, lo que supone un aumento del 29,2 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior. Hasta ahí, perfecto. Sin embargo, el de Las Palmas supera al de Santa Cruz de Tenerife en más de 100.000 pasajeros, con casi el mismo número de buques. Las Palmas experimentó un aumento del 19% más de barcos, con 274, mientras Santa Cruz de Tenerife registró un número similar de buques, 275. Considerando el conjunto estatal de puertos, Barcelona sigue a la cabeza en el tráfico de cruceros, aunque ha sufrido un descenso del 9,26% en el número de viajeros y también de barcos de este tipo.

La pregunta natural que nos hacemos es por qué no lidera Tenerife el tráfico de cruceristas llegados a Canarias si esta isla está a la cabeza del Archipiélago en la recepción de turistas. ¿No existen más atractivos naturales en Tenerife que en Las Palmas para los pasajeros de esos buques? Por supuesto que sí. El fallo hay que buscarlo en la gestión de los puertos tinerfeños. Es decir, en la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife; un organismo presidido por una persona que, como hemos manifestado repetidamente, no consideramos idónea para ese cargo. Presidente que nombra el Ministerio de Fomento pero a propuesta del Gobierno de Canarias, con lo cual el Ejecutivo autonómico tiene algo que decir en este asunto.

Corregir estas deficiencias, poner en línea los elementos del motor de la economía que hoy están desajustados o funcionan mal, es una de esas tareas que debería abordar el Gobierno regional a la vuelta del verano. Los pulsos al Estado español sobre las prospecciones petrolíferas -asunto del que volveremos a hablar a fondo en nuestro editorial de mañana- están bien como demostración de fuerza, pero no dan de comer a ese 47% de parados canarios que en estos momentos no reciben ninguna prestación por desempleo. No acaban tampoco con las colas del hambre ni con las listas de espera en los hospitales.

Un buen gobernante debe ser en primera instancia un buen gestor. El puerto de Santa Cruz no está bien gestionado. Por diversas circunstancias, de las que no es responsable el actual presidente -al César lo que es del César-, el espectáculo que encuentran los turistas al bajar del barco es lamentable. Nada que ver con las modernas y confortables instalaciones existentes en el puerto de La Luz. El pecado del responsable de la Autoridad Portuaria tinerfeña, extensible a su equipo de colaboradores, es que ha seguido con esa tendencia de no hacer nada o hacer muy poco para enmendar esta situación. Al final nos encontramos con que los turistas de cruceros vienen a Tenerife no por las buenas instalaciones que encuentran en el principal puerto de la a su vez principal isla del Archipiélago, sino a pesar de ellas.

Esta situación de carencia de infraestructuras se puede trasladar a otros sectores relacionados con nuestro turismo; es decir, con el principal pilar de nuestra economía. Sin caer en el odioso vicio de las comparaciones, la playa de Las Canteras -otra de las joyas del orgullo canarión- está a años luz de Las Teresitas porque en esta última, temas judiciales al margen como señalábamos hace unos días, los enemigos de Tenerife han hecho cuanto han podido para torpedear un magnífico proyecto salido del estudio de un afamado arquitecto mundial como lo es Dominique Perrault. Un proyecto encaminado a remodelar el frente de la playa, hasta convertir este espacio en un moderno y limpio lugar para el ocio marítimo de los santacruceros y de todos los tinerfeños en general. Todo ello ha quedado embarrancado por culpa del vendaval de la desidia y del quítate tú para ponerme yo. Mientras en Tenerife se discute lo que se puede hacer, para al final llegar a la conclusión por aburrimiento de que lo procedente es no hacer nada, en otra isla no muy lejana primero se hacen las cosas y luego se aprueba su ejecución.

Como señalaba José Rodríguez, primero fusilan y luego celebran el juicio. Esa puede ser la diferencia entre la pujanza de unos y la pobreza de otros.