Aprovechando el agostamiento habitual de noticias -y de muchas cosas más- en estos días caniculares, ha conseguido Paulino Rivero que su último órdago al Gobierno de Rajoy haya tenido amplia repercusión en la prensa nacional. Uno de los periódicos editados en Madrid incluso ha incluido una encuesta para que los lectores de su edición digital opinen si se debe establecer un impuesto especial que beneficie a Canarias por las extracciones de petróleo. Un 71% estaba a favor de dicho tributo. Todo ello a expensas de que, finalmente, los sondeos demuestren que hay hidrocarburos y que su afloramiento resulte rentable. Las posibilidades de que esto sea así, en la mejor de las zonas que va a explorar Repsol parece que ya en las próximas semanas, rondan el 20 por ciento. Esto significa que lo presumible (nada menos que el 80 por ciento de probabilidades) es que esto acabe como el cuento de la lechera en versión crudo.

Podría entenderse la batahola que ha organizado el Ejecutivo autonómico que preside Paulino Rivero si estuviéramos ante un supuesto inicio de la explotación petrolífera, una vez realizados los sondeos con resultados positivos. ¿Pero todo esto sólo por unas catas? Aunque no merece la pena que me siga formulando preguntas de este tipo. El motivo de la oposición es político. Ocurra lo que ocurra, Rivero ya está sacando petróleo; ya está obteniendo beneficios. Hay, sin embargo, algo en lo que tiene razón tanto él como los que lo apoyan en esta "cruzada ecologista" con la que pretende lavar una "eficacia" como gobernante plasmada en el hecho de que Canarias continúe siendo una de las comunidades autónomas con más porcentaje de desempleo. Ese algo es el dilema al que se enfrenta el Partido Popular a cuenta de unas prospecciones similares en Baleares. Digan lo que digan sus militantes significativos, sabe muy bien el PP canario que no tiene posibilidades de gobernar en las Islas dentro de un año, tras las elecciones que pondrán fin a la actual legislatura. Podrán ganar o no, pero difícilmente se sentarán en los sillones del Gobierno regional. Salvo que cambien tanto las cosas, que el PSOE, o la propia CC, se avengan a pactar con ellos. Antes le salen pelos a las ranas.

La situación es radicalmente distinta en Baleares y Valencia. Dos comunidades en las que gobiernan los populares, además con opciones de seguir en el poder autonómico. Motivo más que suficiente para que no tengan ganas de que en aquellas aguas no se busque nada. La pelota está en el tejado de Rajoy. Si dice no en el Mediterráneo después de haber dado tantas razones para el sí en Canarias, más de uno por estos alrededores -acaso yo entre ellos- va a echarse al monte. En Canarias no ha habido nunca un problema serio de independentismo al estilo de Cataluña o las Vascongadas, pero podría haberlo. Mi opinión -la he escrito varias veces- es que un país que importa el noventa y tantos por ciento del petróleo que consume no puede dejar de investigar la existencia de este recurso allá donde existan posibilidades de encontrarlo, sea en el Atlántico, en el Mediterráneo o debajo de la Cibeles. Si en Canarias sí, en Baleares también. Y al revés. Lo otro no se entendería.

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