En nuestro afán por encontrar buenas noticias y anteponerlas a las malas, nos alegramos de que los concursos de acreedores hayan caído un 38% hasta el mes de julio de este año. Como informábamos en nuestra edición del domingo, Canarias cerró el mes de julio con seis concursos declarados, un 83,8% menos que en el mismo mes del año pasado, mientras que en los siete primeros meses del año se registraron 123 concursos de acreedores, 76 menos (38,2%) que en el mismo periodo de 2013. En el ámbito estatal, la evolución de los concursos de acreedores confirma la dinámica que se inició en la segunda mitad del año pasado. El mes de julio cerró con 586 concursos, un 25,7% menos que en julio de 2013.

de los datos al respecto que, como decimos, constituyen una buena noticia. El empleo lo crean las empresas privadas, no los políticos. Es misión de los gobernantes facilitar las condiciones para que los empresarios puedan hacer lo que les corresponde: generar riqueza y trabajo.

Existen síntomas relevantes de que la economía española está creciendo. Hasta la prensa italiana citaba el pasado domingo a España como ejemplo de recuperación económica debido al recorte del gasto público y a la reforma laboral. Una reforma, lo decimos un día más, todavía insuficiente. Sin embargo, ese despegue no se aprecia tanto en Canarias como en las demás comunidades autónomas. Seguimos teniendo diez puntos más de tasa de desempleo y las perspectivas para que al menos una parte de nuestros desempleados encuentre trabajo continúan siendo poco halagüeñas. Argumentan quienes están en contra de la reforma laboral que este proceso ha propiciado una caída de los salarios, unos ajustes de plantilla y una mayor precariedad en el empleo. Añaden los detractores de las políticas económicas del Gobierno de Rajoy que ese descenso en los salarios ha sido mayor en los más bajos que en los altos. Sin embargo, no es menos cierto que la productividad continúa estancada.

En este escenario, Paulino Rivero ha aprovechado un fin de semana más para decir en su blog que Canarias se la juega en Madrid y Bruselas porque de aquí a finales de 2015 el Archipiélago tendrá que contar con las mejores herramientas para que los movimientos que habrá en la escena estatal y en la UE sean gestionados con solvencia y efectividad. Utiliza el presidente del Gobierno regional un lenguaje tan difuso, tan poco concreto, que nos quedamos un tanto en blanco. Sea como fuese, añade Rivero que los próximos años serán decisivos para culminar la agenda reformadora en la que trabaja el Gobierno de Canarias con el objetivo de volver a hacer del archipiélago un lugar de oportunidades para todos. ¿Se refiere a que volvamos a ser las Islas Afortunadas? Habla el presidente del Ejecutivo autonómico de "una tierra con una economía diversificada, competitiva, inteligente; con un modelo de crecimiento sostenible y respetuoso con el entorno, con unos servicios públicos de calidad, y con un sistema de protección social justo y solidario".

Sin ánimo de aguarle el descanso veraniego a nadie, mucho hay que hacer para conseguir todo eso porque el crecimiento económico está en sus mínimos, la diversificación económica casi no existe (solo el turismo nos está salvando de una auténtica hecatombe social), los servicios públicos referidos a la sanidad tienen interminables listas de espera y la protección social también anda por el suelo, pues no en vano casi la mitad de los desempleados canarios no recibe ninguna prestación. Publicábamos el pasado sábado que la tasa de cobertura por desempleo solo llega al 55,24% en Canarias. En definitiva, todos esos objetivos a los que se refiere Paulino Rivero están pendientes. ¿Qué han estado haciendo él y los sucesivos consejeros de sus gobiernos autonómicos durante los últimos siete años?

Se refiere una vez más Paulino Rivero a tener una visión clara de lo que debe ser la Canarias del año 2020, tanto para la gestión de aquellos asuntos que dependen directamente de los canarios como para la defensa de aquellos otros que se resolverán en el conjunto del Estado. Nuestra visión de futuro es más simple: necesitamos políticos eficaces. Personas que resuelvan los problemas que afectan a los ciudadanos. Expertos en oratorias nos sobran. Queremos políticos -y los citamos únicamente como ejemplo, sin ninguna connotación en clave de peleas internas dentro de CC por la candidatura en las elecciones de 2015- como Carlos Alonso, presidente del Cabildo de Tenerife, o como Fernando Clavijo, alcalde de La Laguna y presidente de CC en Tenerife. Personas que son buenos gestores antes que buenos políticos. Personas que cometen errores como cualquier ser humano, pero que saben rectificar y subsanarlos porque es fácil reconducir una decisión cuando la idea que prima es el servicio a la comunidad.

Cuando uno preside una institución tan importante para más de dos millones de personas, como lo es el Gobierno de Canarias, o cuando está al frente de una corporación local con la entidad que posee el Cabildo de Tenerife, está en una situación inmejorable para demostrar lo que es capaz de hacer. Las palabras sobran. "Por sus hechos los conoceréis", dijo Jesucristo hace más de 2.000 años. A un político que ocupa un puesto de altísima responsabilidad no se le pide que diga lo mucho y bueno que va a hacer por la sociedad; se le exige que lo haga porque los cientos de miles de desempleados que hay en estas Islas, los miles de hogares en los que no entra un euro y las innumerables personas que han de ponerse cada día en cola para que les den un plato de comida no pueden contentarse con discursos grandilocuentes que, a la hora de la verdad, son como juegos florales: bonitos pero efímeros e inservibles. ¿Cómo se puede hablar de mejores servicios públicos cuando la lista de espera para ser operado en La Palma se ha duplicado en los últimos cuatro años?

Hablar claro supone hacerlo en los términos en que lo ha hecho -como adelantábamos en nuestro comentario de ayer- el presidente de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, José Luis García, que insiste en pedir una rebaja fiscal a favor de las empresas. Considera que la relación existente entre empresario y trabajador se sustenta en que uno le explica al otro lo que hay que hacer y le paga por ello, con lo cual el primero factura más que estando solo y el segundo gana un sueldo. Coincidimos con él cuando dice que las empresas no son eternas. Por lo tanto, tampoco lo son los empleos.

No obstante, algunos sindicatos piensan que las empresas, y en consecuencia los empresarios, son como el maná que cae del cielo: inagotables tanto a la hora de contratar como de pagar sueldos generosos. No abogamos por la precariedad laboral, ni muchísimo menos por una explotación del trabajador más propia del siglo diecinueve que del veintiuno, aunque a día de hoy se siguen produciendo muchísimos abusos laborales. Nuestra apuesta se centra en un nuevo marco de relaciones en el cual no cabe ver al empresario como un explotador abusivo ni al trabajador como una víctima indefensa. Unas relaciones en las que todos, tanto el empresario que arriesga su capital y hasta su patrocinio en un proyecto, como los empleados que poseen un puesto de trabajo para vivir con dignidad, remen en la misma dirección para que esos concursos de acreedores mencionados al principio de este editorial sigan reduciéndose en número. En este aspecto, coincidimos con el presidente de la Cámara de Comercio en que las empresas solo despiden por dos motivos: por la carga que impone al empresario la Seguridad Social o porque el trabajador no cumple con las perspectivas para las que se le contrató. "Nadie despide porque sí", afirma José Luis García.

¿Cuándo se atreverá el Gobierno de España a dar esos pasos decisivos en la reforma laboral y el de Canarias a aplicarlos?