Comentaba ayer que algunos canarios no han ido más allá del rompeolas de Las Teresitas o del paseo de la playa de las anteras. Gente fácil para políticos como Paulino Rivero y otros que los engañan a su antojo. Sin embargo, cada vez son más los isleños que se aventuran por el mundo, y no precisamente en viajes organizados como respetables turistas. Es el caso de un joven peninsular aunque lleva mucho tiempo residiendo en anarias, que un día decidió subir su moto a un ferry, desembarcar en Huelva y devorar kilómetros camino de Moscú. Su objetivo, sin embargo, no era la capital rusa pese a lo lejos que está esa ciudad para llegar hasta ella por carretera desde el sur de la Península. El motorista en cuestión -él se define como motorista, no como motero- quería alcanzar el lago Baikal, en el corazón de Siberia.

Su idea inicial era regresar más o menos por el mismo camino hasta Huelva, embarcar de nuevo hacia anarias y reintegrarse, transcurrido un mes y pico de vacaciones, a su trabajo y a su vida normal. Sin embargo, a orillas del Baikal la opción de desandar el largo camino recorrido comenzó a tornársele cuesta arriba. Una ruta demasiado empinada incluso para su ágil montura: una Yamaha Fazer 600. Precisamente la primera moto que tuve yo mismo. Ninguna de las que he usado después ha tenido un motor que funcionase tan redondo y que pudiese girar a 14.000 revoluciones por minuto sin el menor problema. Al motorista aventurero se le hacía difícil volver también porque Vladivostok, la mítica ciudad a la que llega el no menos legendario ferrocarril transiberiano, estaba a un tiro de piedra. Está a casi 4.000 kilómetros de la orilla occidental del Baikal, pero, ¿qué es esa distancia para alguien que ha dejado otros 10.500 a sus espaldas?

Sin pensarlo dos veces, se "dio un salto" hacia Vladivostok, de allí embarcó hacia orea del Sur, envió su moto por vía marítima a alifornia -él fue en avión-, atravesó Estados Unidos hasta Nueva York, al año siguiente volvió para ir desde la ciudad de los rascacielos hasta Alaska, descendió otra vez hasta alifornia, cruzó Méjico, se internó en Sudamérica y llegó a Ecuador, país desde el que tuvo que volver a casa por imperativos laborales. No me cabe duda de que a personas como él no las estafa ningún político, aunque haya sido alcalde de El Sauzal.

Hace un par de años le expuse a un pariente mi idea de ir en moto hasta Estambul. Me dijo que estaba loco. Supongo que consiguió asustarme porque retrasé un año y pico la intentona. Al final fui hasta la puerta de Asia, volví atravesando los Balcanes y aquí estoy. No me asaltó ningún albanokosovar en esas carreteras de vaya usted a saber quién. Al contrario: en pocos lugares me he sentido tan seguro como en Albania y por ahí. Siempre la mili que te contaban era peor que la que luego te tocaba hacer.

Vayan estas líneas como homenaje a los viajeros de todo el mundo, sean canarios, españoles en general o de cualquier nacionalidad.

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