HACE AÑOS, quizás treinta o más, siendo un servidor, por designación del entonces director de este periódico, el malogrado y recordado Ernesto Salcedo, encargado de la sección se sucesos, llamaron una mañana a la Redacción para avisar de que en Taco había ocurrido un derrumbamiento de aquella montaña, causando víctimas.

Me dirigí a aquel lugar y, efectivamente, aparecía derrumbada parte de la montaña, donde se habían efectuado zanjas para extraer picón y otro material utilizado en la construcción. Había mucha gente observando y muchos ayudando en las labores de desescombro porque la avalancha había sorprendido a algunos trabajadores que, se suponía, quedaron enterrados. Presenciaba y dirigía las operaciones de desescombro y búsqueda un ingeniero que yo conocía y al que, desde entonces, he perdido de vista. No era este optimista sobre el estado de los arrastrados por el derrumbe y, efectivamente, vi extraer de entre aquel montón de escombros el cadáver de un hombre, más bien joven, que aparecía con su cuerpo visiblemente entero y sin señales aparentes de violencia, pero muerto, posiblemente, por asfixia.

Fue la primera vez que vi una persona en esas condiciones y, con todos los que presenciamos la escena, quedé consternado y así regresé, ya al mediodía, a esta Redacción para elaborar la reseña del suceso, que no he podido olvidar y que recuerdo más cuando paso por ese lugar, de donde se sigue extrayendo material y se muestran las mismas zanjas que amenazan con nuevos derribos, porque las excavaciones, lejos de haber cesado tras aquel trágico suceso, han seguido hasta la actualidad, en que la amenaza está ahora en las muchas construcciones que han proliferado en el entorno de aquella montaña, en una de cuyas laderas se levanta el caserío del barrio de Las Moraditas, donde residen numerosas familias de La Gomera y hasta se celebra allí, anualmente, la festividad de la Virgen de Guadalupe, santa patrona de la Isla Colombina.

Y es, precisamente, ahora cuando las asociaciones de vecinos de Las Moraditas y otras del entorno de la montaña han reactivado las gestiones para que se paralice de una vez la excavación de la Montaña de Taco, porque el peligro se hace mayor a medida que se abren zanjas o se hacen mayores las existentes.

A simple vista, puede observarse muchas casas edificadas en aquellas laderas, con una zanja próxima que puede afectar hasta los cimientos de las viviendas. Y si esos aparentes peligros están a la vista de todo el mundo, lo incomprensible y lamentable es que la autoridad competente no tome, de inmediato, las medidas oportunas de seguridad, entre ellas la suspensión de las excavaciones que nadie, con mediano sentido común, puede comprender.