Como cada sábado a mediados de los años 70, cuando el furgón llegaba cargado de la compra del mercado, entre algunos pocos ramos de claveles, manojos de berros, cajas de dulces, medias gallinas para caldo y muchos olores de las verduras de la mañana, que se mezclaban con los de una rueda de churros, aparecía entre toda la mercancía, en un esquina doblado y con olor a tinta, EL DÍA, o La Prensa, como la llamaba mi abuelo.

Cada sábado a media mañana éramos pocos los que buscábamos la esquina del mostrador donde Agustín colocaba el periódico y, pidiendo permiso, ávidamente intentábamos aspirar la lectura de noticias de la isla y del municipio, de otras islas y también de artículos de interés, como uno que escribió Isidoro Sánchez cuando trabajaba en el Parque Nacional de Garajonay, hablando de la laurisilva de La Gomera. Con el tiempo supe lo que era la laurisilva y los parques nacionales, leí algún libro de Isidoro Sánchez y tuve a su hermano Nani como profesor en la Universidad de La Laguna.

Fue un verano de los años 70 cuando comenzó a llegar la prensa a una de las dos ventas del pueblo aquellos sábados. Luego, al tiempo, comenzó a llegar toda la semana. De pasar casi desapercibido, comenzó a ser parte de las mañanas de aquel verano. La mujer de Agustín buscaba el horóscopo y solía leer en voz alta el suyo y el de alguna persona más que estaba en la tienda en aquellos momentos. José esperaba su momento para leer los resultados y los comentarios del fútbol y Germán, sobre todo los lunes, repasaba la quiniela y la clasificación del Tenerife en Segunda. El fútbol de la época del Rifé del Barcelona o de las visitas del Peñarol de Montevideo con Morera como estrella al Heliodoro en aquellos torneos de verano. Juan preguntaba, no sabía leer muy bien, por alguna noticia sobre el encuentro de lucha canaria entre Tegueste y La Victoria, entre los Chavales y Barbuzano.

Fue un verano de los años 70 cuando comenzó a llegar la prensa a una de las dos ventas del pueblo aquellos sábados. Al tiempo, llegó toda la semana.

Recuerdo el anuncio del tratado de España con la Unión Soviética, la sede en Tenerife de Sovhispan y la llegada masiva de la flota soviética a Canarias y la cara de preocupación de Carmen Toledo, la mujer de Alfonso, un gran pescador de patudos y albacoras, ante aquella noticia, fue un sábado, el día que realizaba la compra de alimentos para la salida del “bermeano” de su marido a alta mar.

Luego el periódico llegó al estanco, a la otra venta y con los años, al bar del pueblo. Cuando visitabas Santa Cruz era natural ver a los vendedores de los periódicos recorriendo la calle Castillo, anunciándolos a viva voz. Casi sin darnos cuenta, el periódico en papel ha constituido una parte fundamental de la historia de mi generación y seguramente en muchos de los pueblos de nuestra isla.

Han pasado los años y, casi también sin darnos cuenta, nos han ido dejado muchos. Se han caído poco a poco: La Tarde, La Gaceta de Canarias, La Opinión de Tenerife, Jornada Deportiva, la venta en la calle y en las esquinas. Ellos se han marchado en estos años. Nos queda el recuerdo y la aún presencia de él, el periódico o la prensa, EL DÍA. Parafraseando algunos versos de Diego Crosa, Crosita, “que nos siga acompañando y por muchos años”. Esperamos y deseamos otros 110 años, pero sin perder el olor a tinta y el recuerdo a los sábados de mercado.