Una vez le dije a uno de los grandes del periodismo canario, y grande no por los títulos, sino por todo lo que me enseñó, que esta profesión nació para contar la verdad, la que sea, pero sin deshonrar nunca el honor que se merece. Y es que la importancia del mensaje, cualesquiera, tiene un impacto en la sociedad que muchos, a veces, no alcanzamos a entender. Por eso mismo, ambos discutimos sabiamente en busca de una solución, ya que, al igual que yo, él también coincidía conmigo. Lo que está claro es que el poder del dinero se inmiscuye, una vez más, en casi todo lo que no debiera, ya que no es extraño escuchar que en función de quién te pague cuentes una cosa sesgada a babor o a estribor.

Tras esta reflexión sobre la realidad del dinero y su influencia en la comunicación, surge en mí la idea de legislar este asunto, evitando así los muchos escándalos que no se han divulgado por miedo a represalias, o peor aún, sufren las presiones para no contar cómo sucedió, enmascarando o tergiversando, y con ello lograr un mayor sensacionalismo, que de manera peligrosa sostiene realidades distintas a las que acontecieron.

Sin duda, en una era donde los medios de comunicación son el cuarto poder, tienen estos en la actualidad una influencia sin parangón sobre la política y la vida de los demás. Por tanto, ello nos tiene que obligar a condenar a cualquier medio que dé una mala información, o mejor dicho, una información interesada que responda a una ideología, o tendencia, pues al hacerlo atropellan sin pestañear la palabra “imparcialidad”. A veces lo pienso, y me resulta difícil admitir que hemos llegado hasta tal punto que nos parece una cuestión de normalidad el que una cadena de televisión, radio, prensa, medios digitales, divulgue informaciones iguales en origen pero emitidas de manera diferente, y yo me pregunto cómo es posible que se juegue con la realidad, cómo es posible que algo tan importante y valioso esté a merced del dinero, dónde está el sentido de la honradez que combata cualquier intento interesado que quiera acabar con los intereses de unos pocos. Por eso no me canso de explicar que la educación da los valores y principios claves del comienzo de una sociedad un poco más justa y mejor, una donde la verdad no pueda ser comprada o relativizada. Y presuntuoso yo, pero quizás lean mi mensaje todos aquellos que cada mañana se sientan para contarnos la información, utilizando cualquier vía o medio, pero ojalá lo hagan sin ser sometidos, enalteciendo el honor a la verdad, y de manera inquebrantable movidos siempre por la honradez. Esa es su responsabilidad en aras de tener una sociedad mejor, pues el mal prevalece cuando los hombres de bien no actúan, y la mayoría tenemos esa obligación que imponernos.

Es curioso, pero ser periodista no está muy distanciado del significado de ser político, pues ambos deben de actuar de manera responsable, sin sometimientos, haciendo una gran labor por los ciudadanos para que estén informados, con transparencia, contando siempre la verdad a través de cualquier medio, y lograr así erradicar las dudas sobre la más estricta profesionalidad. De esta manera, se abrirá la puerta hacia la confianza que nos lleve a la tranquilidad de saber que estamos en buenas manos. Equivocado o no, pero quizás sea eso lo que esperan de nosotros quienes nos ponen al frente de las instituciones, y es que desde que comencé en esto de la política no he parado de pensar qué es lo que la gente espera de nosotros, y mi intuición me ha llevado a pensar tras estos años de vocación al servicio público que debemos de comportarnos siempre intentando contribuir a la causa, que no es otra que construir un país un poquito mejor, eso, y escuchar teniendo presentes los valores de la honradez, la coherencia, el sentido común, la educación, las buenas maneras, la sensibilidad que siempre nos ayuda a empatizar con los más necesitados, siendo accesibles en todo momento a los vecinos mostrando cercanía, y, por el contrario, evitar los enroques al lado de unas ideas que en ocasiones solo buscan dividir o enfrentar. Y es que la política debe unir, recordando que hay espacio para todos, que la convivencia es posible cuando logras hacerle ver a la sociedad que tenemos un país maravilloso, que todo el mundo nos mira con recelo por cómo somos, vivimos e, incluso, cómo nos ayudamos cuando aparecen las dificultades.

Y acabo recordando el sentido inicial de este artículo, donde decíamos que la información a través de las vías de comunicación se vuelve vital para conducirnos a babor o estribor, pero tras la reflexión, quizás lo más acertado sea empezar a escoger el rumbo del equilibrio, que no es otro que el de la verdad sin influencias o presiones.