Sin credibilidad ni confianza no hay periodismo, de acuerdo. Pero debemos ser conscientes de que navegamos en un océano de datos, por lo que la inmediatez se convierte en uno de los principales valores al que tienen que aspirar todas y cada una de las informaciones que publica un medio en la Red. La pregunta inmediata es si ello resulta positivo y la respuesta, partiendo del principio de la inmediatez como seña de dentidad, es, cuando menos, controvertida.

Entonces, ¿cuál es el valor de la primicia? Es evidente que en un mundo hiperconectado y sobresaturado de datos, la tarea periodística tradicional se ve afectada notablemente. Disponer de una noticia o de una información que no tuvieran los demás era un tesoro, un capital periodístico, no digamos si el poseedor estaba haciendo méritos para un ascenso o había acumulado ya el suficiente crédito como para, que en el ejercicio de sus responsabilidades, le confiaran cometidos de más enjundia. Era el scoop, la exclusiva, aquel hecho que se plasmaba en el papel después de una ardua labor de investigación y de amarrar -informativamente hablando- no pocos extremos.

Claro que aparecieron los egocentrismos o los personalismos exagerados, fruto del periodismo de lucimiento y del afán de publicar una información que igual circula en otros medios pero que, con eso que se consideraba olfato periodístico, con un tratamiento adecuadamente atractivo, producía un impacto y hasta parecía novedoso. Y entonces la primicia no solo era menos sino que aparecía desvirtuada. Siempre recordaremos el consejo de algún director: “A veces, más importante que ser los primeros, es ofrecer la información más sólida, más completa, mejor documentada y apta, pues, para ser creíble”. En efecto, las prisas por adelantarse o ser los primeros, trabajar con apremios -si se quiere, se modulan-, puede inducir a errores que siempre serán de lamentar, independientemente de otras consecuencias, entre ellas los perjuicios a protagonistas o afectados en el hecho noticioso. Y es que el público lo que de verdad quiere es que las cosas se cuenten bien. Para el medio, una máxima sería que hemos de ser los mejores en contarlo.

Y es que “la actualidad no existe, se crea”, sentenció hace años Carlos Luis Álvarez, Cándido, uno de los periodistas españoles más sobresalientes. Ese es el mérito, tomar la iniciativa y armar con informaciones propias un mosaico de actualidad, da igual que la competencia vaya a remolque. Fabricar la actualidad hasta la obtención de un producto periodístico serio y cualificado es un ejercicio complicado pero hay que intentarlo, no importa que las empresas editoras parezcan más interesadas en la cuenta de resultados, en los números de la difusión o de la tirada y hasta en contentar intereses de terceros. Sobra decir que para crear, además de olfato, hay que tener motivación, buen clima profesional, buenas herramientas y recursos apropiados. Hay que lograr que la rapidez sea compatible con otros principios conceptuales del periodismo. La credibilidad se arma con todo ello y la confianza se gana tomando el pulso de los consumidores de información, sobre todo manteneniendo su confianza y estimulando su espíritu crítico.

Se trata, en fin, de evitar contar lo mismo -por eso, decimos informaciones y estilo propios- y de abundar en el análisis. La superficialidad en la información es un enemigo de cuidado si se quiere alcanzar los objetivos que hemos ido desmenuzando. Pero no nos engañemos: las redacciones están cada vez más despobladas, los recién licenciados cada vez lo tiene más difícil y terminan dedicándose a otra tareas, los ejecutivos están a lo suyo, a lo que interesa para la cuenta de resultados y para materializar el ya célebre cambio de modelo de negocio, el multimedia que, además, conserve señas de identidad. Las perspectivas son ciertamente difíciles. Pero no hay que claudicar, desde luego: bueno estaría que en la sociedad del conocimiento y de la información, arrojásemos la toalla.