El camello canario está considerado como una raza propia de las Islas desde el 2 de octubre de 2015. La historia de este animal en Canarias se remonta a las fechas de la colonización europea de las islas, sin que exista ninguna constancia prehispánica de la existencia de esta especie junto a los antiguos guanches. La buena adaptación de los camellos a nuestro Archipiélago dio lugar a una expansión por toda la región, aunque su presencia fue mayor en las zonas sur de Gran Canaria y Tenerife así como en todo el territorio insular de Fuerteventura y Lanzarote. Procedente del continente africano, llegó acompañando a las primeras expediciones desde la cercana costa africana.

Los camellos canarios tienen un origen genético común al que existe en Tinduf (Argelia). Este tipo de dromedario se diferencia de los otros dos existentes, el asiático y el subsahariano. Lo que distingue a la población canaria es que ha sido utilizada esencialmente para el trabajo desde su llegada a las islas, lo que ha modificado su fisonomía, su fuerza y su musculación. Durante un tiempo era empleado para las tareas del campo como el arado y también se usaba para cargar mercancías en los puertos e incluso en las canteras. Ahora ya no tiene esa utilidad y como mucho se utiliza en algún enclave turístico para dar paseos, pero a pesar de eso en su fisonomía se muestra el resultado de haber sido seleccionados para el trabajo. No obstante, está adquiriendo relevancia su producción láctea, ya que la leche de camella es un producto con un alto valor nutritivo rico en insulina.

De constitución relativamente fuerte y de tamaño medio, su alzada (oscila entre 153 y 184 centímetros a la cruz, con pesos comprendidos entre 484 y 583 kilogramos de peso)suele ser mayor que la longitud de su tronco y presenta una morfología bastante homogénea, armoniosa y bien proporcionada. Con perfil de cabeza rectilineo, cuello fuerte y bien equilibrado se caracteriza por poseer un pecho bien desarrollado, espalda fuerte, joroba voluminosa y aplomos fuertes y bien formados.

En cuanto a su color (capa), muchos ejemplares presentan uniformidad en el tronco, degradado hacia los cabos, extremos y patas, llegando a ser blancas estas últimas. Abundan los animales con capas castaña, morena y canela; otras capas conocidas son el ceniza, blanco o palomo; negro; ruano; bermejo o rojo oscuro; endrino, jandrino o canela oscuro; y amarillo. Existen ejemplares bicolores -denominados manchados o pintados si el color que combina con el blanco es gris o ceniza- y con manchas blancas en la cara (capiloto).

El censo de Camello Canario, más importante en el pasado, ha sufrido una fuerte regresión en el medio rural debido a la mecanización del trabajo agrícola. En la actualidad se conserva casi exclusivamente en la islas orientales, con alrededor de 1.000 cabezas en Canarias, localizadas principalmente en Lanzarote, el sur de Gran Canaria y Fuerteventura.