El aislamiento geográfico de nuestro Archipiélago y una flora casi única se traduce en que las islas cuenten con siete especies de aves endémicas, incluyendo palomas turqué y rabiche, tarabilla canaria, pinzón azul de Tenerife, pinzón azul de Gran Canaria, mosquitero canario, la lechuza canaria y herrerillo canario. Algunas especies, como el Canario Atlántico (Serinus canaria) son endémicos de la Macaronesia y, además de en Canarias, de donde toma su nombre, se encuentra también en Madeira y en las Azores.

De acuerdo con los estudios más recientes, la avifauna nidificante en Canarias está integrada por unas 90 especies de aves, de las que unas 12 son introducciones. Este número la convierte en la avifauna más rica de todos los archipiélagos macaronésicos, destacando además por su alto grado de endemicidad, tanto específico como subespecífico. En la actualidad se han mencionado en las islas más de 325 especies migratorias, distinguiéndose entre especies de paso, invernantes o accidentales.

Asimismo, se reconocen algo más de 30 subespecies de aves endémicas del archipiélago. Por dicho motivo, aparte de los endemismos ya mencionados, son especialmente interesantes para los ornitólogos algunos taxones exclusivos tan singulares como la subespecie canaria de alimoche, la lechuza de las canarias orientales, la avutarda hubara canaria, el pico picapinos en los ambientes forestales de Tenerife y Gran Canaria o, entre otros, los reyezuelos de las islas occidentales.

Aleteo con denominación de origen

El cuervo canario, que rozó la extinción a principio de siglo, ha logrado resurgir sin ningún tipo de ayuda en menos de 20 años. La subespecie afincada en las Islas (Corvus corax canariensis) no había acogió demasiado bien los cambios de la sociedad canaria y a principios de siglo, había desaparecido casi por completo en algunas islas. Desde mucho antes, una alta mortalidad estaba acabando con ellos y las razones iban desde el uso abusivo de pesticidas y otros venenos, hasta la merma de la ganadería o el estrépito cambio de registro de la agricultura en las Islas, que prefirió empezar a explotar monocultivos de tomate y plátano. La acción humana provocó que cada vez fuera más raro ver aparecer ese característico plumaje negro en zonas recreativas y que progresivamente menos ejemplares decidieran crear un nido. A principios de siglo solo seis parejas sobrevivían en Tenerife, hoy el Corvus corax canariensis ha sextuplicado su número sin esperar a que el ser humano que le persiguió y hurtó sus espacios tomara medidas para garantizar que no llegara a desaparecer.