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El colega canario de Marie Curie

El padre de la Física era conejero

El lanzaroteño Blas Cabrera fue un pionero de la ciencia en España, donde creó las primeras sociedades y equipos de investigación | El republicano fue amigo de Einstein y Curie y acabo exiliado en México

Los científicos Blas Cabrera y Felipe y Marie Curie en uno de sus innumerables encuentros. LP/DLP

Cuando Albert Einstein, uno de los científicos más importantes de la historia y Premio Nobel de Física en 1912, tuvo que abandonar Alemania ante el ascenso del nazismo su primera intención fue instalarse en la casa madrileña del lanzaroteño Blas Cabrera y Felipe, su amigo y un investigador considerado actualmente padre de la Física en España. Aún hoy, pese a los numerosos homenajes que por su papel como abanderado de la modernización de la ciencia en nuestro país ha recibido durante las últimas décadas, Cabrera sigue siendo un gran desconocido fuera de los ambientes académicos donde trató de tú a tú a personajes tan destacados como el mismísimo Einstein, Pierre Weiss, Marie Curie o, entre otros, Santiago Ramón y Cajal, responsable directo éste de que aquel joven nacido en Arrecife decidiera finalmente abandonar sus estudios de Derecho a finales del siglo XIX para volcarse de lleno a desentrañar las, por entonces, misteriosas propiedades magnéticas de la materia. Sus teorías fueron publicadas en las revistas más importantes de la época y siguen siendo textos de consulta obligada para las nuevas generaciones.

Blas Cabrera Felipe y Albert Einstein paseando por las calles de Madrid en 1923. LP/DLP

Pero si interesante es el periplo profesional del canario Blas Cabrera, tampoco se queda atrás la apasionante vida de este erudito fallecido a los 67 años en México, en 1945, donde se refugió huyendo de la II Guerra Mundial y la dictadura fascista de Francisco Franco. Dicen sus biógrafos que Cabrera y Felipe murió en el país centroamericano con la pena de no haber podido regresar a España (ni, lógicamente, a Canarias). En tierras mexicanas se relacionó con otros exiliados españoles pero, según cuentan, en esos últimos años de existencia abandonó casi por completo la investigación; aquella curiosidad y capacidad de observación que marcaron la infancia, juventud y madurez del conejero se esfumaron entre la nostalgia, la rabia y el alzhéimer.

Blas Cabrera y Felipe nace en mayo de 1878 en la capital de Lanzarote. Miembro de una familia acomodada, la isla por entonces se sacudía aún la resaca de las erupciones de Timanfaya. La lava había sepultado no sólo la actividad agrícola y ganadera lanzaroteña sino también los deseos de prosperidad de sus habitantes, una masa social que aprovechaba la primera oportunidad para dejar atrás aquel páramo ennegrecido por el malpaís donde faltaba el agua, las calles eran de arena y la vegetación brillaba por su ausencia.

Nacido en la paupérrima Lanzarote de finales del XIX, Blas Cabrera acabaría viajando por Europa conociendo a los más importantes científicos

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Es sencillo, por tanto, hacerse una idea del impacto que tuvo en el niño Blas Cabrera, el mayor de ocho hermanos, que su familia se instalase en la próspera ciudad de La Laguna (Tenerife) aprovechando la importante propuesta laboral que ofrecen a su progenitor, abogado de profesión, para ocupar un puesto como notario.

El jovencito Blas asiste con asombro a todo lo novedoso que le brinda la localidad lagunera: bullicio, tiendas, fuentes de mármol, calles empedradas, árboles enormes... En este ambiente es comprensible que se despertara la curiosidad del chiquillo, una cualidad que lo acompañaría el resto de su vida, convertida en herramienta indispensable a la hora de afrontar diferentes investigaciones.

Con 18 años viaja a Madrid, donde comienza a estudiar la carrera de Derecho para seguir los pasos de su padre, pero el joven Blas empieza a visitar las tertulias del Café Suizo, en Madrid, donde una noche conoce al científico Santiago Ramón y Cajal quien le recomienda dejar la abogacía. «Déjese usted de leyes y empiece a estudiar ciencias», le dice el que unos años más tarde sería Premio Nobel de Medicina. Al día siguiente, el conejero Blas Cabrera se pasó a la carrera de Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad Central de Madrid, donde se doctoró en 1901.

El muchacho ya despuntaba incluso en la universidad y en 1903, en un país donde la ciencia no estaba muy avanzada, participa en la fundación de la Sociedad Española de Física y Química y el Laboratorio de Investigaciones Físicas. Convertido en el mayor especialista del momento en electricidad y magnetismo, antes de cumplir los 30 años el equipo directivo de la Universidad Central de Madrid le financia un viaje por Europa para que amplíe sus conocimientos con la finalidad de que luego traslade a España todo lo que aprenda.

Y así, aquel niño criado a la sombra del malpaís conoce Francia, Suiza, Alemania... Y, también, a Pierre Weiss, Marie Curie, Maurice de Broglie o Albert Einstein. «Vuestras palabras», le dijo en una ocasión el autor de la teoría de la relatividad, «han llegado a lo más hondo de mi corazón porque demuestran la forma consciente y cariñosa con que habéis estudiado el trabajo de mi vida haciéndoos eco de la frase del poeta: Queremos recibir menos alabanzas, y, en cambio, que se nos lea con aplicación».

De regreso a España, el físico conejero pone en práctica las técnicas aprendidas en su periplo por los laboratorios europeos de referencia

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De regreso a España, Cabrera pone en práctica las técnicas aprendidas en su periplo europeo, especialmente aquellas desarrolladas en Zúrich junto a Weiss, continuando con sus investigaciones sobre el magnetismo, en colaboración con otros investigadores españoles.

La labor de investigación de Cabrera fue notable. Entre 1910 y 1934 publicó unos ciento diez trabajos, hasta el punto de que Weiss, a la sazón director del Instituto de Física de la Universidad de Estrasburgo, comentó en 1932 que de los 180 artículos sobre magnetismo presentes en la biblioteca del instituto, 24 provenían del Laboratorio de Investigaciones Físicas dirigido por Cabrera, un hito en un país donde la ciencia era casi inexistente una década antes. En 1931 fue nombrado rector de la Universidad Central de Madrid y sólo un año después, junto con otros científicos, como Miguel Catalán Sañudo o su discípulo, Julio Palacios, impulsó la creación del Instituto Nacional de Física y Química, con la ayuda de una donación de la Fundación Rockefeller.

En 1931, Blas Cabrera había sustituido al frente de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas a su anterior director, y ya en 1933 participó en la creación de la Universidad Internacional de Verano de Santander, siendo nombrado rector el año siguiente. Allí le sorprende el estallido de la Guerra Civil y decide huir a Francia para llegar hasta Barcelona, aún territorio republicano. Sin embargo, en 1937 el presidente de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas, Pieter Zeeman, lo nombró secretario de la Oficina, cargo que ocuparía entre 1937 y 1941, yéndose a vivir a París con su mujer e hijos.

Una mañana su vida vuelve a sufrir otro revés: los nazis amenazan con ocupar Francia. Entonces arrancó el último gran viaje del conejero Blas Cabrera, que acaba en México, país en el que muere cuatro años más tarde.

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