Al igual que Aquiles quien, sin llegar a conquistar Troya (Ilión), es el héroe de La Iliada, la historia del paso austral y la primera vuelta al mundo pertenece a Magallanes

(Tomado de Marguerite Cattan)

Fernando de Magallanes es un noble portugués que con unos 12 años llega a la corte de Lisboa para aprender “latín, equitación y manejo de la espada, que con danza y buenas maneras constituían la educación de un joven hidalgo”. No hay consenso ni de la fecha exacta de su nacimiento (quizá 1480) ni en dónde ocurrió éste (quizá Ponte de Barca, Oporto).

En 1505 se une a la flota de Francisco de Almeida y marcha a navegar por mares africanos e índicos, donde adquiere experiencia marinera, está cerca de llegar a Las Molucas, y dotes de mando al participar en expediciones, batallas y conquistas.

Regresa a Lisboa herido en una pierna y allí le pide al rey Manuel una misión propia. Es un hombre ambicioso que quiere ser “almirante”. Don Manuel no le hace caso y ante los avisos de nuestro hidalgo de ir por su cuenta le dice que haga lo que quiera. Al despedirse, el rey no le da su mano a besar hecho que hiere a Magallanes y que explicita el distanciamiento entre ambos.

Pasa a Castilla y ofrece sus servicios a Carlos I, explicándole que las Islas de las Especias son españolas según el Tratado de Tordesillas. Al Consejo de Castilla ir tan lejos, “por el otro lado del mundo”, le parece empresa muy dificultosa, pero Magallanes aduce que él conoce un paso en la costa americana del que al principio no quiere dar detalles, que haría el viaje más fácil. Presionado confiesa que en la tesorería del rey de Portugal había visto una carta de navegar de Martín Behaim en la que estaba señalada una comunicación entre ambos mares (desde el Atlántico hasta el que ahora llamamos Pacífico). Esto convence a Carlos I, quien decide financiar la expedición firmando unas capitulaciones, en Valladolid en 1518, donde se acuerda que Magallanes será el capitán general de una Armada (la Armada de Las Molucas) de cinco barcos, se fija el reparto de beneficios y el establecimiento geográfico del antimeridiano del Tratado de Tordesillas.

El diez de agosto de 1519, la expedición de Fernando de Magallanes, que ve cumplido su sueño de ser almirante, tras haber recibido el pendón real en una ceremonia en la capilla de la Virgen de la Antigua en la catedral (otros dicen que en la iglesia de Santa Ana y en otras fechas próximas) se despide oficialmente de Sevilla desde el puerto de Las Muelas con una descarga de artillería. El embajador portugués, que vigiló la partida, escribió a su corte que los barcos “eran tan viejos y deteriorados que no durarían un viaje”.

El 20 de septiembre, las naos tipo carraca Victoria, Concepción, San Antonio, Santiago y la carabela Trinidad parten de Sanlúcar de Barrameda con unos doscientos cincuenta (algún historiador llega hasta los 270) hombres a bordo. El 26, arriban a Canarias donde se aprovisionan de leña, agua y víveres. Nos lo cuenta Pigafetta:” … el 26, arribamos a una isla de la Gran Canaria que se llama Tenerife, a 28 grados de latitud, para repostar carne, agua y leña. Anclamos allí tres días y medio, como provisión de la escuadra en dichas cosas; después, nos acercamos a otro puerto de la misma isla, Monte Rosso por nombre, tardando dos días…”.

En esta primera escala se comenzó en la flota a cuestionar el liderazgo de Magallanes por la ruta que quiere elegir para cruzar el Atlántico y porque a los españoles no les gustaba ser mandados por un portugués, lo que llevaría meses después al motín en San Julián. Estando en Tenerife, Magallanes recibió una carta de su suegro avisándolo de que había una conjura entre los españoles para quitarle el mando. En octubre están en las costas de Brasil. Comienzan a bordear Sudamérica hacia el sur buscando el paso que los lleve a Asia que evidentemente Magallanes no conocía a pesar de sus afirmaciones ya que dio muchos “palos de ciego”. De abril a octubre de 1520, se quedan de invernada en la bahía de San Julián, donde parte de la tripulación se amotina contra Fernando de Magallanes que acaba, en una operación de comando, con dos descuartizamientos, los de Luis de Mendoza y Gaspar Quesada, y el abandono de otros dos hombres en la Patagonia, Juan de Cartagena y fray Pedro Sánchez de la Reina. No es el portugués hombre que se deje comer la moral. También allí pierden la nao Santiago.

Por fin, el 21 de octubre encuentran, tras el cabo de Las Once Mil Vírgenes, la entrada al estrecho que los llevará al mar del Sur. Ese paso hoy se conoce como estrecho de Magallanes. En una descubierta la carraca San Antonio desertaría y se dirige de vuelta a España.

El 27 de noviembre navegan ya por el océano Pacífico. Comienzan un viaje larguísimo que les hace ver lo grande que es el mundo. Será un viaje terrible y al tiempo, si hemos de creer a Pigafetta, mágico, descubriendo islas de caníbales, de gigantes y de ladrones (la isla de los Ladrones es Guam), presenciando sucesos sorprendentes como fuegos nocturnos en la tierra y eclipses solares. Encuentran un cementerio de ballenas y una isla con un número tan grande de focas y pingüinos, estos últimos desconocidos hasta entonces a los que llaman patos, que asustan a la tripulación. Escribe Marguerite Cattan: “Así, llegan a reinos de gran pompa y majestuosidad, donde montan elefantes, usan deslumbrantes joyas, tienen cientos de mujeres e hijos y conocen a un rey al que solamente se le puede hablar a través de una cerbatana”.

En marzo llegan a las Filipinas, que ellos bautizan como islas de san Lorenzo. Una de las islas más rica es la de Cebú donde consiguen, al menos eso creen ellos, la amistad del rey y su conversión al cristianismo. Esto les convence de participar en la toma de Mactán, gobernada por vasallos insurrectos del rey de Cebú. Y allí es donde viene a morir nuestro héroe al enfrentarse al mando de una pequeña partida con miles de hombres. El suceso está magníficamente contado por Pigafetta que le da una emoción enorme a su relato: “cayó de bruces, y allí lo remataron a golpes y lanzadas”. Tendría unos cuarenta años. Era el 27 de abril de 1521, hace exactamente quinientos años. Otros treinta o cuarenta hombres de la expedición mueren en los días posteriores.

Magallanes ha sido tachado de mentiroso o fantasioso puesto que se demostró que no conocía el paso a los mares del Sur, aunque se redimió encontrándolo; ha sido visto como un traidor a su patria al “venderse” a Castilla. Latino Coelho escribe, ya en el siglo XX: “Desnaturalizarse portugués y ofrecer su espada a los reyes católicos era mayor sacrilegio que renegar de la verdadera fé y convertirse a los errores de Lutero y de Calvino”. Hoy sin embargo, Portugal vuelve a reclamar su papel de patria y madre amantísima. También ha sido acusado de ser hombre cruel por episodios como el antes relatado de San Julián. Pero de lo que no cabe duda es que Fernando de Magallanes fue un elegido de los dioses y está en el Olimpo de los hombres escogidos para en las páginas de los libros de Historia.