Asum Benítez Santiago es un referente en el mundo de la peluquería de la isla. 50 años en la profesión es su recorrido profesional, 44 años en el mismo local, con la misma ilusión. Con 12 o 13 años la niña de entonces tuvo claro que quería ser peluquera de tal manera que su andadura por la vida siempre ha estado unida a su fascinación por una profesión que todavía hoy ejerce con el amor de siempre y miren que ya han pasado años. Asum es una mujer hecha a sí mismo, abriendo puertas y aprovechando las oportunidades de aprendizaje que había detrás de cada ventanal. Se jubilará cuando le dé la gana, sin presiones de nadie, ni de ella misma. Es feliz en su salón, con su personal, y ahora disfruta de su trabajo con más sosiego, prisas cero.

En los años 70 pocas alternativas había para el aprendizaje de la niña en esta profesión pero querer es poder. Ella quiso ser peluquera desde que estaba en la cuna y ahí van un par de datos que avalan esa afirmación. Cuando Asum, el personaje que hoy ocupa la sección dominical 50 años no son nada, tenía 12 años y ya andaba trasteando en una peluquería amiga en la que dio sus primeros pasos entre rulos, moldeados, extensiones, cortes... Allí comprobó que no estaba equivocada, que le apasionaba el mundo de la peluquería, de hecho desde que pudo, siempre gracias al apoyo económico y moral de sus hermanos, especialmente de Floro, dio los pasos que finalmente la llevaron a independizarse y hacer realidad el sueño de una joven peluquera que estaba decidida a agarrar la vida por los pelos. ”A ver, mi hermano sabía que esa era mi ilusión y veía como poco a poco me manejaba mejor en el salón así que un día me dijo que comenzara a pensar en trabajar sola, en suma, en abrir una peluquería. Así fue. No recuerdo haberme asustado ni nada pero nunca me vi sola. Todos me cuidaban pero Floro me traía cada día hasta el almuerzo al salón, a la peluquería, vamos, y comíamos los dos juntos. Dos jovencitos. Ese hermano fue y es tan importante en su vida que hasta hoy ejerce de hermano mayor generoso y cuidador de su hermana. Antes todo era distinto. Mira, mi hermano, cuando sus hijas eran pequeñas, no recuerdo con qué edad con exactitud, les decía que vinieran a la peluquería a ayudarme. El padre les decía que fueran conmigo a mi local para ayudarme a barrer y esas cosas y ellas venían encantadas. Una de aquellas niñas acabó siguiendo los pasos de tía Asum, hoy es peluquera como estaba previsto. Entonces fue cuando Asum comenzó a pensar en algo posible, tener salón propio, lo que suponía un riesgo pero a Asum pocas cosas se le ponían por delante teniendo como tenía a su familia detrás.

Sus hermanos estaban vinculados al mundo de la construcción de manera que sin hacer ruido y sin prisas comenzaron a buscar por la ciudad algún local adecuado para montar la peluquería. Ocurrió que en el edificio donde trabajaban conocidos de sus hermanos le dijeron que el proyecto tenía locales. Asum recuerda el día que fueron a ver el local ella y Floro y conocieron al dueño. Asum se enamoró del espacio, de la ubicación, aunque los locales estaban en construcción. “El hombre, el dueño, debió verme tan jovencita que hablaba conmigo como quien tiene una pena. Lo recuerdo perfectamente pero dimos el paso y en 1975 abrí la Peluquería Asum y ahí está 44 años después. El negocio está exactamente en la calle Ángel Guimerá, esquina a Paseo de Lugo, al lado del Hospital Nuestra Señora del Pino, un hospital con mucho movimiento entre personal y pacientes y familiares de manera que sin proponérselo Asum se hizo con una buena clientela “tanto que no teníamos manos para atender a tanta gente, pero yo formé un equipo que fueran mis manos y mis ojos. Todas estábamos ilusionadas, el personal sabía que había que sacar el negocio adelante y no fallaron nunca”.

Pero el tiempo corría y Asum y un grupo de profesionales de la peluquería de la isla fueron conscientes de que había que ver lo que había ahí fuera. Ponerse al día. “Hablo de las novedades en la profesión. Éramos compañeros que habíamos comenzado juntos, unos antes otros después, y comenzamos a viajar, a asistir a jornadas, congresos y ver lo que jamás habíamos visto en el mundo de la peluquería. Esos viajes nos abrieron una ventana cuyo rayo de sol nos deslumbró a todos. Cada viaje, cada encuentro era enriquecedor, date cuenta que todos, hombres y mujeres, no teníamos ni idea de las novedades y al mismo tiempo ya comenzaban a llegar clientas pidiendo peinados, moldeados, nuevos cortes que habían visto fuera de las islas, Madrid y Barcelona. Enseguida supimos que había que ponerse las pilas y eso hicimos. Solo sabíamos lo que veíamos en revistas y nada más. Nos intercambiábamos publicaciones de moda y con eso más alguna cosa que creábamos nosotras, tiramos”. Pera ya no pararon.

Hablando de las modas que revolucionaron el mundo de la peluquería, Asum no tiene dudas: las mechas, los moldeados y las extensiones, preferentemente. Ella dice que en los 80 la peluquería vivió sus años de gloria: “económicamente fue maravilloso, se ganó mucho dinero y eso nos sirvió para ilusionarnos más si cabe, mejorar nuestros locales, etcétera. Y no hablo solo de unos años maravillosos para la peluquería, no, hablo para muchos negocios que subieron como la espuma”. Para la peluquera que lleva 50 años defendiendo la profesión con seriedad “sería injusto no reconocer que quienes de verdad nos empujaron para modernizarnos fueron nuestras clientas, una señoras que viajaban mucho y que de cada viaje nos contaban y nos descubrían peinados, cortes, etc., que nosotros intentábamos copiar. Luego llegó un momento en el que comenzamos a viajar y descubrimos un mundo maravilloso”. Asum apunta un dato de sus inicios que con solo mencionarlo nos sitúa en una época. “Oye que a mí los proveedores, etcétera, me pagaban en un sobre, ahí metían el dinero; era una práctica habitual”.

Lo de las mechas fue un escándalo, “de pronto en los años noventa nadie quería ser morena, la mayoría de las mujeres pedían ser rubias, o al menos parecerlo. El mundo de la mecha llegó para quedarse porque suavizaba mucho el aspecto de una mujer. Si eras morena te hacían las mechas y eso la aclaraba el pelo y la cara. Daba muy buenos resultados y el boca a boca poco a poco convirtió las mechas en un producto muy atractivo y demandado”, es cierto.

Las extensiones, opina Asum, también jugaron un papel importante en la peluquería pero nada que ver con las mechas. “Las extensiones corrigen las consecuencias, el poco pelo o el pelo débil, los claros que a veces es consecuencia de tratamientos médicos que debilitan el pelo. Ayudó y ayuda mucho a las peluqueras y a sus clientes”.