A sus 74 años, Antonio Meseguer dedicó más de la mitad de su vida a interpretar cada febrero a Fidel Castro, hasta convertirse en un personaje popular del Carnaval chicharrero. Lo mismo que los recordados Pedro Gómez Cuenca, como Charlot de Tenerife; José Manuel Lis Armas, como Miss Peggy, o quienes todavía hoy salen a la calle a alegrar la fiesta, caso de Harpo Marx, Cantinflas, La Lecherita, Don Ciruelo, la viuda de la pareja fantástica, Michael Jackson, el Dormilón, mitad hombre / mitad mujer...

Antonio Meseguer fue durante 40 años Fidel Castro y, en las últimas cuatro ediciones se ha transformado en la abuelita de Fidel. La versión oficial: “Cuando se murió Fidel, el dictador cubano rechazó estatuas y Antonio no quería ser una escultura viva”; la oficiosa... el peso de los años y el giro que daba la fiesta en la calle.

El padre de Antonio trabajaba en la Masa Coral Tinerfeña y su madre era la costurera de la rondalla que en la actualidad preside Coriolano González, por lo que Carnaval y familia Meseguer era casi la misma cosa.

De pequeño, recuerda cuando su madre salía disfrazada con trajes largos y se iba con una sereta sobre sus nalgas a la plaza del Príncipe y al llamado Parque “Restregativo”. “Siempre recordaré que mi madre llegaba a casa con un bolso lleno de vasos, porque parece que la costumbre era robarlos...”, se ríe nuestro Fidel Castro chicharrero.

A los doce años emigró con su familia a Venezuela y, como se tardaban en convalidar sus estudios en Tenerife, aprovechó y marchó a Trinidad y Tobago a estudiar inglés, y también tuvo la oportunidad de más Carnaval: “Allí tenían la costumbre de hacer unos calipsos; era como Río, daban el pistoletazo y estabas durante cuatro días en la calle, bailando sin parar; no era de tanto espectáculo como ahora”.

“Si quedaba algo, el Carnaval se me metió todavía más en la sangre”, apostilla.

De regreso a Tenerife, en 1966, su tío, Andrés González, de la familia de los Burros —como se les conoce en el barrio de El Toscal—, lo invitó a sumarse a la Ni Fú-Ni Fá, porque hacían falta vendedores de libretos, aunque finalmente salió desfilando con la tuba, el instrumento más pesado.

“Tuve el honor de cantar Los Huevos de Alacrán, un tema que en la afilarmónica de Enrique González no teníamos como un hit parade”. Ocurrió que Televisión Española retransmitió la gala del Guimerá y cuando interpretaron la copla que dice “los huevos en la arena no los encontrarán, pero los chicharreros se los mostrarán”, se produjo un revuelo, máxime porque el ente público dijo entonces que la murga les había sorprendido con el tema, como insinuando que no lo había advertido.

La Ni Fú-Ni Fá actuó en la plaza de toros el domingo siguiente y todavía hoy Antonio recuerda el silencio sepulcral que reinó en el lugar. “Se oyó clarita, y eso —rememora— que cuando vieron que íbamos a cantar Los Huevos de Alacrán” nos apagaron los altavoces”, se ríe.

Aún así, la Fufa fue invitada en 1976 a salir en el Carnaval de Las Palmas por primera vez; eso sí, no estuvieron en las calles del centro de la capital, sino en La Isleta; “Enrique no pudo ir por una indisposición y salió al frente Nicolás Mingorance”, explica Meseguer.

A partir de ese año salió en dos o tres ediciones con la rondalla Peña del Lunes, donde incluso fue directivo, y combinó esa participación con los primeros pasos como Fidel Castro. Ya más tarde incluso salió como componente con la Masa Coral Tinerfeña en una oportunidad.

Antonio recuerda que se disfrazó por primera vez de Fidel Castro por accidente. Literal. En el amanecer del 31 de diciembre de 1977 al 1 de enero de 1978 salió de la casa de su madre, en el barrio de La Salud, a otra, en Suárez Guerra, y el conductor de un Volvo “confundió un ceda el paso con un arbolito de Navidad”, cuenta con humor, y le provocó que saliera despedido, cortándose la cara.

“Cuando se aproximaba el Carnaval, tenía barba porque no me podía afeitar, y le pregunté a una vecina, Adela —ya fallecida— qué iba a hacer entonces”. “Ella me respondió que por qué no me disfrazaba de Fidel, dado mi parecido”. Y así hice durante 40 años. Durante cuatro décadas y nunca tuvo incidentes, “y eso que bajaba a los kioscos de estudiantes y les decía viva Canarias libre... y también Cuba libre”; o me metía con los hippies que estaban en la calle del Castillo tocando los tambores, y les decía “a estos mangantes los ponía yo a trabajar en Cuba”.

“Parece que la Cabalgata del Carnaval de 1997 fue un presentimiento de lo que estaba por pasarme. De la tribuna de autoridades se bajó un cubano y vino a dar conmigo para pedirme que respetara el uniforme; seguí para adelante y otra persona lo paró y pidió que me respetara”. Lo peor le ocurrió a Antonio Meseguer en el Carnaval 1998, en pleno baile, estando en la zona de la plaza de España, cuando recibió tres puñaladas y su esposa, que se abalanzó sobre su agresor, una. Dicen que no tenía relación alguna con el personaje, pero sembró la inseguridad en Antonio y en su mujer, que desde ese año no dejó de acompañarlo a todos los actos, hasta que hace cuatro ediciones colgó la guerrera y la gorra de Fidel para convertirse en su abuelita, con barba, puro, pañuelo y un chal: un uniforme mucho más cómodo.

Perito tasador durante 31 años, inspector de obra y trabajador en los últimos cuatro del Organismo Autónomo de Fiestas, Antonio Meseguer lamenta el motivo por el que se ha parado esta edición el Carnaval, pero... agradece un frenazo —no la razón— si esto permite recapacitar y volver al Carnaval de la tranquilidad, de la amistad, las bromas... “Ahora es más un maxibotellón, hacen un carnaval para vender y olvidamos lo que le dio fama a nuestro Carnaval”.