Parafraseando el dicho de que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, la versión carnavalera de esta máxima bien podría decir: detrás de una gran murga, siempre hay un gran letrista. Es el caso de Nicolás Mingorance, que el próximo 18 de febrero celebrará su 93 cumpleaños. Fue jugador de baloncesto y hasta árbitro, pero las vueltas de la vida le permitieron recalar en la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá, y ser el padre de El Cubanito, en 1966, un tema que, lejos de estar cerca de la jubilación, es aún una de las canciones más demandadas por el público que asiste cada domingo y martes de Carnaval, y también el domingo de Piñata, a la plaza del Príncipe.

Mingorance se sumó a la murga madre de Canarias que fundó Enrique González Bethencourt hace esta edición 60 años. “Yo la oí en 1961 y 1962 y los seguía adónde iban porque me gustaba aquello; de hecho le dije a un tío mío, Paco Camacho, que me avisara si había posibilidad de entrar. En el segundo año fallecieron unos familiares de tres componentes, que advirtieron que no saldrían a la siguiente edición. Con esa condición nos admitieron en la murga a Mundo, Álamo y a mí; sabíamos que si los otros volvían, nosotros debíamos salir... pero se conoce que no lo hicimos muy mal y nos portamos bien (se ríe) porque seguimos”.

“Entonces la murga eran tres filas de siete personas cada una; tenía 21 componentes... y yo ahora las veo con 80. Me parece una exageración; para mí un número apropiado sería entre cuarenta o cincuenta personas por grupo”, precisa Mingorance, que pone como ejemplo la configuración de componentes de las chirigotas gaditanas.

Cuando se le pregunta si existía tradición de Carnaval, el célebre letrista de la Ni Fú-Ni Fá, en activo hasta que la Covid dio al traste con los ensayos para este año, asegura que el historiador de murgas Ramón Guimerá Peña le aseguró que ya su padre hacía canciones para una murga que sacaba con su hermano en la plaza de San Telmo, donde residía toda su familia, hasta que se fueron a vivir a la calle Serrano, en la parte alta de la rambla.

Mingorance cursó Bachillerato en el instituto de Ireneo González y de ahí pasó a estudiar Química, hasta cuarto. Por un curso se quedó a las puertas de la licenciatura. “Vivía con la familia y murieron todos los varones y había que echar una mano”.

Su padre era dependiente de un almacén de tejidos que estaba donde luego abrió las Tres Muñecas, en la calle del Castillo; su madre, ama de casa. “A Enrique (González, el fundador de la Fufa) lo conocí en el barrio, porque él vivía en la calle Jesús Nazareno y yo, en Sabino Berthelot”, aunque admite que tenían círculos de amigos diferentes, y el grupo fundador de la Afilarmónica se reunía en el bar Porvenir.

Casado en 1959 con Concepción Rodríguez y padres de una única hija, María del Carmen —en la actualidad también tienen dos nietas, una de ellas periodista en Barcelona—, insiste en que “entró a cantar en el coro como un componente más”, casi se disculpa el letrista referente del Carnaval, quien relata que en las semanas antes de las terceras Fiestas de Invierno, en 1963, habló con Jesús Navarro Olivós, “Navarrito”, que era el letrista oficial de la murga y le dijo que a él le gustaría cambiar las letras de las canciones. “El primer año hice una. Recuerdo que hacía referencia a las obras que se estaban desarrollando en Santa Cruz, en la calle de San José y en la plaza de San Telmo, y se decía que lo que afeaba la ciudad era Miraflores y no le metían mano”. El tema, Por la calle del Norte, con la música de El Relicario.

“Se conoce que gustó porque seguí”, añade Mingorance, para explicar que al año siguiente, en 1964, coincidiendo con que el entonces concejal de Fiestas Juan Domínguez del Toro participó en la tramitación de las viviendas de La Salud que le dieron tanto a Navarrito como al propio Mingorance, “nosotros nos poníamos a hacer letras juntos o a comentarlas, porque él vivía dos casas más allá de la mía”. Cuando se le pregunta si alguna vez ha vendido letras, Mingorance reacciona como si alguien lo hubiera insultado. “No me parece bien; ¿encima hacer una letra y venderla a la murga con la que sales? Nunca lo he entendido”.

A mitad de la década de los sesenta, fue el autor de las letras de la infanil Paralelepípedos, “que decían que era la murga infantil de la Ni Fú-Ni Fá”, apostilla.

Entre el repertorio de temas que ha escrito —“nunca he reparado en contarlos, ahí los tienes en el libro”, puntualiza— recuerda el boom que causó Los Huevos de Alacrán, o El Folelé que le dedicó a Jerónimo Saavedra. “Esa le encantó a Juan Viñas”, menciona como si el autor de la letra no hubiera sido él. También incluyó algún “rastrillazo” a las murgas de los vecinos, como comenta, porque eran ordinarias, o incluso dedicó otra canción a Alfredo Kraus “cuando se metió en política”, añade. “Grabó un disco con los Sabandeños y luego se puso a hablar mal de Tenerife”. Tampoco se libró de sus cuartetas el que fuera alcalde de La Laguna Pedro González en referencia a que colocó la bandera de las siete estrellas. “Aquella letra sí nos causó algún problema. Decía: Que se ocupe más de Taco y deje tranquilo el trapo”, y eso no gustó, recuerda Mingorance.

Pero para canciones polémicas, Los Huevos de Alacrán, que se decía que se habían encontrado en la arena que se trajo para Las Teresitas. “Y hasta pasó la censura; creo recordar que solo nos quitaron la última cuarteta; eso fue en 1973”.

El letrista de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá hace copartícipe de sus éxitos como letrista a Enrique González, el director y fundador de la murga: “Él quería y me pedía que las canciones fueran polémicas”, se ríe Mingorance. Además, “Enrique era el que iba a hablar con el Gobernador Civil y con el jefe del movimiento y de Información y Turismo; ahí estaba Opelio Rodríguez Peña. Más de una vez le decían: esta canción la cantas, pero no la publiquen en el canciones”. “Enrique y Opelio habían estudiado juntos”, dice como muestra de la buena relación y complicidad que existía entre ambos.

Mingorance recuerda que en la plaza de toros, el año de Los Huevos de Alacrán, el gobernador civil ya había advertido a Enrique González que no la cantara. Cuando la murga se disponía a subir al escenario, el entonces concejal de Fiestas Ernesto de la Rosa se dirigió al director y le pidió que la cantara, porque sabía que el gobernador civil se iba a ausentar en ese momento.

‘El Cubanito’, el predilecto

Mingorance recuerda que la canción de El Cubanito se la hizo llegar Manuel Ramos Molina, “Somar”, en una cinta de casete que había adquirido a una orquesta cubana que actuó en el Puerto de la Cruz. “Enrique nos llamó a Navarrito y a mí para que oyéramos la grabación, pero a Navarrito le iba más la crítica dura; a mí me gustaba más la picante, así que hice unas estrofas sobre asuntos locales con el compromiso de que si no gustaba la quitábamos”.

“Cuando salimos a cantar a la plaza de toros, en 1966, y la estrenamos, aquello fue una explosión, ahora todos los años nos la piden”. “No hay una canción de murga que haya durado tanto como El Cubanito”. Curiosamente, era el primer año, después de cinco ediciones ganando el primer premio de Interpretación, que la Afilarmónica participaba fuera de concurso, como ocurre en la actualidad.

Mingorance fue quien dio la idea a Ramón González Sanabria, entonces secretario de la Ni Fú-Ni Fá, de organizar un “concursito” para “el montón de murgas infantiles que había. Fue en 1972, en la plaza del Príncipe, y la idea se conoce que no fue mala porque luego (Juan) Viñas la cogió para la organización del Carnaval”. “Se lo dijimos a Navarrito y a Enrique, y les pareció bien. Enrique nos pidió que nos ocupáramos nosotros de eso porque él decía que estaba muy liado”. “El jurado fuimos Navarrito y yo, y cogimos a uno del público, Germán Amador, que era barbero, para que viera que estábamos haciendo las votaciones legalmente”.

La fundación del concurso de murgas infantiles del Carnaval chicharrero no es el único mérito de Mingorance, quien ha hecho historia al ser el letrista de la primera murga femenina de Santa Cruz, Las Atrevidas, nacidas en 1987. Como reseña histórica, solo recordar que en 1972 habían salido Las Desconfiadas en Arafo.

“Las Atrevidas fueron antiguas alumnas y se les ocurrió hacer una murga para un festival que organizan todos los años; se les ocurrió ir a la Ni Fú-Ni Fá a pedir ayuda, y Enrique, como siempre, me largó el muerto (se ríe). Les hice las letras y las asesoré, y gustó al colegio de las monjas. Cuando salieron de ese embrollo, se plantearon continuar en el Carnaval. Me preguntaron qué nombre le ponían, les dije que eran muy atrevidas. Y así se quedó. Y hasta el primer año pasaron a la final de murgas”, destaca.

Recuerda también el origen de los números de teatro de los Nine Blazer, célebres representaciones de la Ni Fú-Ni Fá que prepararaban cada año para la gala de la reina, que empezaron con Enrique y Navarrito, “pero después se fue apartando Enrique y casi me dio la supremacía a mí, e hice un montón de números, como Montserrat Caballé o el Padre de los Pitufos, Mocedades…”.

Cuando se le pide un consejo a modo de legado para el buen letrista, Mingorance desvela: “Al canarión hay que cantarle siempre, aunque sea por tradición”, dice con sonrisa socarrona. “Si no le cantas al canarión, parece que le falta algo a la murga”, se ríe.

En 2002 “colgó las botas”, pero no el lápiz ni la agudeza para hacer letras, como ha realizado desde su incorporación y hasta la fecha, con la única excepción de 2007. Ahora espera que se acabe “esto de la pandemia” con la vacuna. “Yo por mí haría letras, pero ¿quién las canta ahora?”. Eso sí, asegura que el Covid no se librará de alguna referencia en cuanto el Carnaval vuelva a ser Carnaval.