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Tradicional

La lucha canaria recupera el placer de volver a agarrar

El Campitos-Tijarafe del pasado viernes permitió el regreso de la actividad, aunque “con muchos nervios”, en el deporte vernáculo por excelencia después de 22 meses de interrupción a causa de la pandemia

Una de las agarradas del Campitos-Tijarafe María Pisaca

Muchas agarradas separadas, un buen puñado de amonestaciones, y un 12-12 final fruto de la eliminación antes de tiempo de los dos puntales. Puede ser la perfecta y habitual descripción de una luchada cualquiera en la que impera el miedo a perder. El respeto por el adversario y la pasividad de los grandes líderes de cada equipo. Pero no, el desenlace que se vivió el pasado viernes en el terrero capitalino Pancho Suárez entre el Campitos y el Tijarafe fue el lógico de la vuelta a la competición de la lucha canaria tras casi dos años de espera. Prácticamente 22 meses de paréntesis hasta que el covid diera una tregua a un deporte que ha sido prácticamente el último en encarrilar la normalidad.

Un escenario, el de hace unos días, que así han descrito luego sus protagonistas, atenazados, a partes iguales “por los nervios” y por “la falta de rodaje”. “Se notó la inactividad, ya que son casi dos años sin luchar, y eso no lo recuperas en dos ni tres meses de trabajo”, se expresa Añaterve Abreu, puntal A del Tijaraje, satisfecho, eso sí, de “haber dado el primer paso, que era lo importante”.

La del Pancho Suárez fue la primera prueba real. Nada que ver con el día a día ante los propios compañeros de equipo. “Llevábamos entrenando ya dos meses y algo, pero no es lo mismo que competir”, reconoce Pepe Díaz, mandador del Campitos, que vio a sus chicos “con nervios” por “querer agradar en la primera lucha oficial”. “Se nota que falta terrero y falta pantalón, pero con el paso del tiempo se irá mejorando”, explica igualmente el sempiterno preparador del club capitalino en un discurso coincidente al de Abreu. “Lo que hace a un luchador es la arena y el competir; ahí es donde demuestra todo, y el viernes pesaban las piernas y pesaba todo”, explica el luchador orotavense, al que en cierta medida también le pudo “el entrar al terrero, el ver a la gente en la grada e incluso el silbato del árbitro”.

“Sensaciones raras” tanto sobre la arena como en el banco. Una impresión un tanto más alejada de la tensión fue la que vivió en la grada Jeremías Hernández, presidente de la Federación Insular de Tenerife y que no quiso perderse el retorno luchístico. “Volver a pisar la arena, aunque no sea en las mejores condiciones, es una buena noticia”, reconoce el dirigente, que a la vez se congratula de que hayan podido arrancar unas competiciones bajo el auspicio de “un importante patrocinador como es CaixaBank”, un respaldo que debe servir al mundo de la lucha como “plus de responsabilidad” y casi obligación de “devolver esta confianza a modo de esfuerzo y buena imagen”.

Con la puesta en escena de las primeras sillas en el Campitos-Tijarafe se ponía fin a un paréntesis de desesperación, y hasta de impotencia, pese a los múltiples intentos de los diferentes estamentos de la lucha para volver a tener actividad. “Realizamos un protocolo independiente, con carácter regional y buscando una vuelta segura a los terreros; dicho documento se presentó en la Dirección General de Deportes y a la Consejería de Sanidad... pero nunca obtuvimos respuesta”, se lamenta Jeremías Hernández, que también ha echado en falta “más apoyo” gubernamental.

Ya de vuelta a la actividad, el parón queda atrás. Aunque por el camino se haya cobrado algunas víctimas. “En el club logramos mantener las ilusiones intactas, tanto porque los luchadores nos animaron a ello, como porque en nuestro caso la directiva la formamos un grupo de amigos”, explica Díaz sobre lo sucedido en el Campitos, antes de apuntar hacia el verdadero peaje. “Logramos tener una escuela con unos 50 niños, pero ahora la mitad se ha ido a otros deportes, al margen de que los chicos que cumplían su último año de juvenil, se perdieron casi todos”, se lamenta el mandador.

Con la competición echada a rodar, sus protagonistas deben habituarse a nuevas normalidades. “Estar reventado tras terminar de luchar contra un rival y que te tengas que poner la mascarilla... no es de mucho agrado. Pero si hay que hacerlo que para esto no se pierda de nuevo, lo haremos”, comenta a modo de ejemplo Abreu. “Espero que cuando ya pasen tres o cuatro jornadas el deportista esté más cómodo en el terrero; y también los que estamos sentados en el banquillo, porque a veces te ves indeciso al no saber cómo va a reaccionar tu luchador”, añade en la misma línea Pepe Díaz. A poco que todos pongan de su parte, la lucha canaria volverá a parecerse más pronto que tarde a la que se veía en los terreros antes de la pandemia. Por ahora, los bregadores ya disfrutan de ese particular placer que es agarrar el pantalón del rival.

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